Otra tarde para el olvido si no llega a ser por la feliz intervención de David Luguillano en el cuarto de la tarde, aun sin cuajar del todo faena por falta de consistencia en el astado, en otro festejo aburrido y arruinado por culpa de los toros de Arauz de Robles, bien presentados y mansos.

El cuarto toro se movió en los primeros compases de la faena de muleta, aunque tampoco duró mucho, viniéndose pronto abajo. Con éste firmó Luguillano los únicos muletazos estimables de la tarde, de su personalísima y peculiar forma de torear. En el que abrió plaza, toro que acabó echándose por dos veces en el transcurso del trasteo, el colmo del descastamiento, Luguillano se sintió impotente, taurinamente hablando.

Puerto tuvo igualmente un primer toro con el que fue imposible cualquier proyecto de faena. El quinto "medio sirvió", porque se desplazó algo en la muleta. Pero fue también un espejismo. Antonio Barrera tuvo un primer toro muy protestado al cincuenta por ciento por la falta de raza y de fuerzas. El sexto manseó y se defendió también mucho. Y esta vez el torero tampoco expuso lo suficiente.