En medio de la pesadilla, cuando ya no valen teléfonos ni móviles, internet por satélite y los generadores portátiles permiten aún a algunos contar cómo "vuelan las casas"" y las palmeras "se doblan como plastilina". Así comparten su zozobra y su grito de angustia bajo el lento paso del huracán. "¡Ay, nanita! Han desaparecido muelle, árboles, palmeras, todo. Y aún faltan horas para que Wilma deje Yucatán", dice Julia desde Cancún.

En el portal creado por un internauta aficionado, Mike Obson escribe desde Cozumel, a donde llegó el ciclón: "La marea sigue subiendo, los coches flotan rumbo al mar, el agua sale por los sanitarios, creo que escaparemos hacia el piso superior. No hemos sabido nada de nuestros vecinos, sus casas volaron, pero aún tenemos esperanza". Y desde Playa del Carmen, Víctor dice: "Ya no quedan ventanas y el viento sigue".

Efraín Hernández, que ya sufrió en 1988 los efectos del ciclón Gilbert, dice que fue "un bebé comparado con Wilma". También su explicación es muy gráfica: "Es como estar dentro de una batidora o licuadora, mezclada con un equipo de sonido a todos los decibelios que hay". Además del "alarido del monstruo", otros resaltan la oscuridad: "Hay penumbra en pleno día".

Algunos medios informativos han abierto páginas para recibir mensajes, en las que son mayoría los de carácter religioso. Siguen los de extranjeros, sobre todo españoles, que tienen algún familiar con sus vacaciones rotas en la Riviera Maya. Los testimonios son cada vez más escalofriantes. Jorge y Héctor relatan: "Cancún quedó sumida en un hoyo negro. Sólo se escucha el rugir del viento acompañado de una furiosa lluvia. No hay otro calificativo: es aterrador".

Las cadenas de radio ya no emiten, aunque sus antenas fueron las y crecen protestas, como la de Rodrigo: "Siento vergüenza. Wilma está haciendo lo que se le viene en gana y la televisión mexicana está con su programación normal".