La mujer de enigmática sonrisa que pintó Leonardo da Vinci hace 500 años se llamaba Lisa Gherardini y murió a los 63 años entre las paredes de un convento. Así lo afirma el investigador italiano Giuseppe Pallanti, que ha hallado en un archivo de Florencia un registro de fallecidos donde constan estos datos biograficos y la identidad real de la Gioconda, como la conocen los italianos, o Mona Lisa, como la llaman franceses y anglosajones.

Pallanti, que hace dos años publicó el libro Mona Lisa, mujer ingenua , ha localizado en el documento a la fallecida "esposa de Francesco del Giocondo, muerta el 15 de julio de 1542 y enterrada en Santa Ursula". Según el especialista, Madonna Lisa Gherardini ingresó en el convento donde ya era monja su hija Marietta cuatro años después de la muerte de su esposo, Francesco del Giocondo, un rico mercader que surtía de ricas sedas a la famillia de los Médici. La viuda falleció en el convento, donde, como había dispuesto su marido en su testamento, estuvo asistida por una monja llamada Lucía.

Vecinos de Da Vinci

El convento está en ruinas, aunque no se descarta que la tumba puede aún localizarse con lo que los restos de Mona Lisa podrían identificarse con certeza analizando su ADN. Este tenaz investigador también ha averiguado que Lisa vivió en una casa frente a la familia de Leonardo da Vinci, en la calle. Otro documento demuestra la relación entre Piero da Vinci, padre del artista, con del Giocondo, como intermediario de un préstamo.

El texto recién hallado proporciona nuevos datos biográficos sobre Lisa Gherardini, cuya identidad se conocía desde los tiempos en que Vasari, biógrafo y contemporáneo de los pintores del Renacimiento, escribió acerca de su "agradable gesto" que Leonardo retrató "mientras tenía gente cantando o tocando y bufones que la hacían estar alegre para rehuir esa melancolía que se suele dar en la pintura de retratos"

En la época del retrato Lisa debía tener unos 23 o 24 años. Las teorías sobre sus características personales rozan lo disparatado. Freud le detectó una preocupante masculinidad y algunos seudocientíficos dictaminaron que era calva, cuando en realidad llevaba la frente y las cejas depiladas como las elegantes del Renacimiento. También se ha dicho que presenta una leve hinchazón propia de las embarazadas. Otros expertos hallaron en su fisonomía rasgos similares a los de Leonardo, que ya era un anciano barbudo cuando la retrató en una frágil tabla de álamo con la técnica del sfumatto que difumina con elegancia el óvalo de su rostro.

La historia del cuadrito ha sido más azarosa que la de la modelo. Leonardo se lo llevó a Francia cuando siguió a la corte de Francisco I. Durante la Revolución Francesa sobrevivió escondido en un armario. Napoleón la mantuvo en su dormitorio hasta que en 1804 pasó al Museo del Louvre.