Lo primero que hay que pedir a un ganadero es que lleve una corrida pareja. Y así fue el encierro del ganadero salmantino Moisés Fraile. Fue una corrida de muy seria presentación, generosa de pitones, con varios toros veletos. Además fue una corrida de bella lámina, con cinco toros colorados, finos de piel. Fue, por último, una corrida grande por esqueleto, pero largos de cuello. Este ganadero ha conseguido fijar un tipo de toro grande pero a la vez proporcionado y con hechuras de embestir.

Los toros, casi todos, llegaron a la muleta con buen son, luciendo buenas embestidas, y varios siguieron las telas por abajo con mucha clase. En cierta medida, fue una corrida desaprovechada.

Talavante ayer no estuvo bien. Un torero de tan buenas condiciones debe sobreponerse y no amontonarse a las primeras de cambio. Con mucha cabeza siempre, él ha sabido buscar las vueltas a los toros y hacer aflorar de ellos lo mejor. Ayer, sin embargo, se le vio espeso de ideas y conformista, lo que es peor.

Tuvo el diestro extremeño un primer toro que, aunque manso, pareció que iba a tener posibilidades. Tras un comienzo de faena por tres estatuarios, dos del desprecio y una trinchera invertida, pronto comenzaron los enganchones. Tal vez Alejandro debía de haberle dado más sitio y no torear con la rigidez del compás cerrado. El caso es que no hubo acople.

El sexto fue un toro a menos pero que antes tuvo unas primeras arrancadas buenas por el pitón izquierdo. Sin más comenzó al natural la faena el torero citando desde los medios, y hubo una buena primera tanda. Fue lo más destacado porque volvieron los enganchones cuando Talavante ahogaba al astado.

El lote bueno de verdad se lo llevó El Cid. El segundo fue un animal muy bravo, que tenía fijeza, se arrancaba de largo y repetía las embestidas por abajo. Ese fue un trasteo por el excelente pitón derecho con alguna tanda estimable, y otras menos. Cuando se puso al natural el diestro acudió al recurso de cruzarse en la corta distancia.

El quinto también fue soberbio. Se arrancaba de lejos, tenía fijeza y se empleaba por abajo. El pitón izquierdo era el mejor y por ahí lo tomó El Cid. Así brotaron series en redondo, muy ligadas, muy intensas pero de desigual ajuste, y alguna otra en la que el toro, por acortar distancias, sorprendió al torero. Falló con la espada y el sevillano saludó en medio de una gran ovación.

El francés Juan Bautista estuvo desangelado. Tuvo un primer toro noble pero a menos, en los que el diestro adoleció de no llevarle hasta el final. El cuarto fue otro animal potable aunque también a menos. Logró alguna serie ligada pero este torero, aunque pulcro, no arrebata.