La cumbre de Bali se estancó en dos asuntos especialmente controvertidos, el porcentaje de reducción de emisiones de CO2 que deberían reducir los países ricos y la adopción de algún tipo de compromiso por parte de los países en desarrollo, pero las dos semanas de debates se han saldado con varios acuerdos destacados.

Recursos garantizados para el fondo

La cumbre de Bali ha dado un paso de gigante para combatir los efectos más inminentes del cambio climático en los países en desarrollo. El protocolo de Kioto de 1997 ya previó la creación de un fondo de ayuda, pero de carácter voluntario, lo que en la práctica resultó un fracaso: hoy hay disponibles 110 millones de euros para estos menesteres, mientras que la oenegé Oxfam, por ejemplo, estima que son necesarios 30.000 millones anuales.

El Fondo de Adaptación, conocido como GEF (Global Environment Facility), contará ahora con una fuente de financiación segura y notable. Es complejo, pero veamos un ejemplo: una empresa europea decide construir un parque eólico en Argentina y para ello se acoge a los llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio (CDM) previstos en el protocolo de Kioto. Aunque la empresa tiene una lógica finalidad comercial, se trata de una acción que ayuda a reducir la producción de dióxido de carbono de Argentina y, por este motivo, se le premia con permisos de emisión. Y estos bonos tienen un precio en el mercado internacional de compraventa de CO2 (en principio, 20 euros por tonelada). Pues bien, y aquí está el meollo de la cuestión, el texto de Bali establece que el 2% de ese precio alimente el GEF y revierta en el país receptor, en este caso Argentina.

Pasos para frenar la desforestación

La cumbre ha aprobado la creación de un mecanismo llamado en siglas REDD cuyo objetivo es frenar la deforestación en los países en desarrollo que aún conservan ricos bosques tropicales.

La tasas de reducción, en Copenhague

La Convención sobre Cambio Climático se ha dado dos años de plazo para discutir los contenidos del tratado que sustituirá al protocolo de Kioto, cuya validez expira en el 2012. En Copenhague es donde deberá decidirse finalmente las dos claves del proceso: primero, determinar qué porcentaje de CO2 deberán reducir en conjunto los países industrializados y qué porcentaje le tocará a cada uno de ellos por separado; segundo, decidir si los países en desarrollo están obligados a asumir algún tipo de control de las emisiones de gases.

Transferencia de teconologías limpias

Los países en desarrollo llevaban tiempo exigiendo implantar algún mecanismo para acceder a las tecnologías modernas que les permitan crecer de forma más sostenible, desde aerogeneradores hasta sistemas para reducir las emisiones en las centrales de carbón. Los países que ya se benefician de muchos proyectos, como el citado caso de Argentina, ya obtienen una cierta transferencia de tecnología porque los técnicos del parque eólico reciben una formación.