El entierro de la joven familia de etnia gitana asesinada en la madrugada del pasado viernes sirvió ayer para poner en evidencia la tensión y la crispación que se vive entre sus familiares y amigos. Un cámara de Efe Televisión fue agredido por un familiar de los asesinados con una botella de agua cuando tomaba imágenes del sepelio, mientras que la policía municipal tuvo que intervenir para evitar que otros periodistas fuesen objeto de las iras de un nutrido grupo de asistentes.

Los cadáveres de los dos adolescentes de 17 y 16 años y de su bebé de nueve meses fueron encontrados en su modesta casa de Madrid con varias puñaladas, sin que se haya descubierto por el momento ni el autor ni el motivo del crimen. La policía baraja la hipótesis del ajuste de cuentas, pero los familiares se aferran a la tesis del robo pese a los indicios en contra.

Tras el entierro, la presidenta de la asociación gitana Yerba-Buena, Pilar Heredia, excluyó un posible móvil de "venganza" .Heredia dijo que esta etnia "no se venga", y pidió que el caso se investigue como uno más, ya que "la ley de los gitanos es la Constitución y la democracia".