La tensión se ha hecho fuerte en el barrio de las 200 viviendas de Roquetas de Mar (Almería), donde el sábado pasado falleció un inmigrante senegalés de 28 años al mediar en una "pelea de calle", como la definen los vecinos.

El Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil han duplicado sus agentes en la zona hasta un centenar en previsión de nuevos altercados, ya que los compatriotas y otros subsaharianos advierten de que la violencia no cesará hasta que pongan en libertad a los ocho detenidos en las dos noches de disturbios.

La presencia policial era ayer especialmente evidente en la zona, como apuntaba Salomón, ghanés y dueño de un local frente a las viviendas que fueron quemadas el sábado.

De hecho, los agentes incluso les impedían concentrarse ante las puertas de sus establecimientos, dado que algunas de las aglomeraciones de vecinos para comentar lo sucedido acabaron en fuertes discusiones. "Es la primera vez que pasan por aquí", explicó Salomón. "Tenemos nuestros papeles en regla, pagamos nuestros impuestos y no podemos consentir que esto sea un territorio al margen de la ley".

Los subsaharianos insisten en que no se trata de un problema de racismo, sino del abandono y el desinterés que sufre la zona, y que la coexistencia hasta el momento era muy pacífica, aunque tensa. Pero la presencia de los policías envalentona a muchos autóctonos, que azuzan a los inmigrantes cuando ven a un agente con el comentario de "enséñale los papeles si puedes".

Un paseo por las 200 viviendas viene a confirmar esa tensión: cada colectivo, ya sean rumanos, rusos, marroquís o subsaharianos, tiene su territorio, y no hay problemas mientras no se traspase esa delicada frontera. Los pocos que se atreven a hablar ratifican la ausencia de incidentes, aunque la mayoría coincide en que una cosa así iba a pasar tarde o temprano.

Las pesquisas han demostrado que la pelea del sábado no se inició por un asunto de drogas, sino que fue una discusión de vecinos porque un grupo molestaba y les echaron un cubo de agua. Los ánimos se exaltaron y la víctima intentó apartar a un amigo de la trifulca, siendo asesinado cuando se iba del lugar.

Los subsaharianos justifican que los incidentes hayan pasado a mayores por lo que consideran una discriminación en el trato, y aseguran que si la ambulancia hubiese llegado más rápido, su compañero O.K. estaría aún vivo, aunque la puñalada fue mortal. Y al ver al día siguiente a los servicios sanitarios en la zona, trataron de vengarse de esa "muerte injusta".