Tras un fin de semana eufórico y emocionante en el que Teresa Romero supo que había ganado la batalla al ébola, la paciente de 44 años sufrió ayer un bajón anímico aderezado por unas décimas de fiebre, una pequeña infección y diarrea. Son los efectos colaterales de un virus que la auxiliar de enfermería ha conseguido erradicar de su cuerpo, pero que ayer lograron mermar su fortaleza anímica. Cuando a primera hora descubrió que los que seguían entrando en su habitación embozados en los trajes de seguridad Teresa se desesperó: "Necesito veros las caras sin esas máscaras", suplicó.

Durante estas dos semanas en las que ha estado aislada en esa habitación número 8 de la sexta planta del Carlos III la mujer ha demostrado una gran fortaleza emocional, forjada en los años que ha trabajado en ese mismo hospital con enfermos de sida. Ayer se desmoronó. La auxiliar de enfermería pensaba que esas últimas analíticas con el ébola indetectable implicarían inmediatamente un cambio en las duras condiciones de su aislamiento. Y se desesperó cuando comprobó que nada había cambiado.

Es cierto que desde el sábado las análiticas dan negativo en ébola, pero para descartar la presencia del virus es necesario hacer dos pruebas como mínimo 48 horas después de la retirada de la medicación. El equipo médico que atiende a la paciente dejó de suministrarle antivirales el viernes. A partir del momento en el que el cuerpo de la enferma está limpio de medicación es cuando hay que tomar en serio los negativos, según concretó ayer en rueda de prensa Fernando Simón, que ejerció de portavoz del comité de científicos que gestiona la crisis.

Teresa volvió a hablar por teléfono ayer con su marido. Ni Javier Limón logró levantarle el ánimo. El entorno sanitario de la paciente y su propio esposo tratan de no proporcionarle ningún tipo de información sobre lo que está ocurriendo fuera y esa situación la despista y le genera desconfianza.

El equipo médico decidió que una psicóloga entrara a hablar con la mujer para tranquilizarla y hacerle entender que tenía que tener paciencia. La situación es muy difícil para Romero, indican fuentes sanitarias. Durante 14 días la mujer solo ha tenido contacto visual con personas completamente enmascaradas de las que solo a algunas, sus compañeros de siempre, reconoce por la voz. La paciente creía que ya había acabado todo y ayer tuvo un bajón absolutamente "predecible" al ver que seguía aislada y sin poder tocar ni abrazar a nadie. "Tiene miedo, un miedo absolutamente comprensible en su situación", añadieron las fuentes.

El fin de semana Teresa Romero se sentía tan feliz que en alguna ocasión se acercó andando hasta la puerta de su habitación a saludar a los compañeros del otro lado. "Cuando salga de aquí nos vamos a ir todos a cenar y la vamos a liar. Entonces si saldremos en los papeles, pero no de España, la fiesta saldrá en la prensa mundial", amenazó entre risas.

La gerencia ha planificado que en cuanto se obtenga el resultado de la segunda prueba negativa de ébola se rebaje drasticamente la seguridad. Teresa Romero será cambiada de habitación y trasladada a la quinta planta. Los primeros días sus compañeros la visitarán ya sin el engorroso buzo amarillo, solo con una bata mucho más ligera, gafas y mascarilla convencional, lo que permitirá que Teresa Romero les pueda ver la cara.

A pesar del bajón, la mujer comió y cenó con apetito, mientras al otro lado de la puerta sus compañeros se deshacían en ocurrencias para arrancarle sonrisas y animarle.

Para controlar esas décimas de fiebre los médicos le proporcionaron paracetamol y por la mañana volvieron a colocarle una vía, a pesar de que se lahabían quitado el día anterior. La paciente ya no está sondada, pero mantiene las gafas nasales que la ayudan a respirar.

Las otras 15 personas en observacón en la quinta planta del Carlos III siguen sin síntomas y empezarán a recibir el alta escalonadamente desde hoy.