El 28 de septiembre del 2003 Tamara Miranda volvió a nacer. Tenía 16 años y volvía de una caldereta en el coche con su novio y otro amigo. Quisieron cambiar un cedé y "por un despiste" el vehículo se salió de la calzada y volcó en la cuneta. Tamara sabría poco después que sufría una lesión medular que le impediría volver a caminar. Ahora tiene 21 años, su vida se desenvuelve en silla de ruedas y su experiencia está sirviendo para advertir a otros jóvenes de las consecuencias de las imprudencias al volante. Su ejemplo ha sido la base de la obra de teatro Volver a nacer , que se estrenó en Don Benito, su lugar de procedencia, y ayer se representó en el teatro López de Ayala de Badajoz, interpretada por un grupo de jóvenes no profesionales.

Tamara ha participado muy de cerca en esta obra desde el principio. El autor, Fulgen Valares, recogió su testimonio, pasaron varias horas hablando y cuando el guión estuvo confeccionado, la protagonista le hizo recomendaciones. También siguió de cerca los ensayos y los progresos de los actores, "hasta hoy --por ayer-- que ha salido perfecta". Sabe que su experiencia puede ayudar a los demás. "Entre todos podemos conseguir algo, aunque sea poco, a mí me ha pasado y ahora colaboro para que pase a la menos gente posible".

Esta chica delgada y resuelta afirma que soporta perfectamente volver a ver el montaje teatral, pues "aunque nunca lo he asimilado del todo, me siento bien en la silla de ruedas".

Su mensaje es que "después de una lesión medular la vida ya no es como antes". La obra de teatro concluye con la proyección de un vídeo sobre una conversación entre Tamara y su madre "en un día de bajón" en el que la joven, llorando, se lamenta: "no soporto que los demás bailen agarrados y yo no pueda, que se abracen y yo no pueda. Hay muchas cosas que no soporto de la silla". Desde aquella frase han pasado algunos años y ahora piensa que aunque hay cosas que no podrá hacer, "tengo que mirar con la perspectiva de que hay otras que sí y no me puedo limitar". Tamara estudia Empresariales en Cáceres y sale de marcha con sus amigos, pero es más prudente: "Hay que separar el coche y el alcohol, prefiero pedirme un taxi".