TMte gusta escuchar a mis padres contar recuerdos de su juventud. Tomado en lo anecdótico parece como si el mundo hubiera cambiado tanto desde entonces que no se bastaría para reconocerlo ni la madre que lo parió, pero cuando paras a pensarlo te das cuenta de que no, que el mundo es como esas máquinas para correr que hay en los gimnasios, donde los kilómetros son una ficción y lo único real es tu cansancio. Siempre estancados en el mismo sitio: a ellos les criaron sus padres como les dejaron las circunstancias, del mismo modo que nosotros criamos a nuestros hijos como podemos. Ya decía Ciorán que vivir es un plagio. Si ellos tuvieron en su contra la guerra civil y la miseria, nosotros tenemos a la tele, internet y los teléfonos móviles. Hemos ganado en comodidad, es cierto, pero seguimos siendo tan infelices como lo ha sido siempre el hombre de todos los tiempos. La tecnología es como ese Diablo que concede un deseo a cambio de una puñalada trapera. Y aun así, no considero a la tecnología el enemigo, sino a la ignorancia de quienes nos gobiernan y a la tibieza del resto de nosotros. Ellos, porque confunden felicidad con progreso; nosotros, porque miramos hacia otro lado en nombre de la comodidad. Por algo Dante no dejaba entrar a los tibios ni en el cielo ni en el infierno y los convirtió en almas vagabundas. Quién sabe, puede que algún día veamos a alguno de estos gobernantes vagabundear por las cadenas de televisión al modo en que ahora lo hace Pepe Navarro , lloriqueando porque le ha mordido en la mano el mismo monstruo que en otros tiempos le hizo rico a fuerza de exhibirlo en ese circo donde el público somos nosotros, los tibios. florianrecioyahoo.es