Puede que sus herramientas para retocar imágenes hayan supuesto una crisis de credibilidad para el fotoperiodismo, pero Photoshop acaba de cumplir 20 años de vida --una eternidad para un programa informático-- con una salud envidiable. Veinte años tenía también el estadounidense Thomas Knoll (Michigan, 1960) cuando empezó a darle vueltas a la idea de unir sus experiencias analógicas en el cuarto oscuro de revelado fotográfico con sus incipientes conocimientos informáticos. El invento tuvo un largo proceso de maduración, desde que el joven tuvo ante sí su primer ordenador --un Apple II Plus, en 1978, con 64 k de memoria-- hasta que, con ayuda de su hermano John, dos años mayor, logró poner en el mercado Adobe Photoshop 1.0, el 10 de febrero de 1990.

Desde entonces no ha sido la herramienta, sino su uso o abuso, lo que ha provocado un sinfín de controversias, sobre todo ligadas al fotoperiodismo. Pero que Photoshop le haya valido a Irán para multiplicar sus misiles, al diario Marca para rellenar las gradas del Vicente Calderón, a la agencia Reuters para dramatizar con humo añadido los bombardeos sobre Beirut o a la revista Paris Match para estilizar la cintura de Nicolas Sarkozy no parecen argumentos para desprestigiar uno de los instrumentos más revolucionarios y populares de la historia de la informática.

Rara vez --al menos, que se sepa-- el fotoperiodismo ha usado Photoshop para falsear la realidad de manera palmaria, sino más bien para maquillarla o enfatizarla, nada que no hiciera antes Robert Capa. Lo mismo que la propaganda electoral, que desde que descubrió la herramienta suele emplearla para rejuvenecer o envejecer, según convenga, a los candidatos. Pecados veniales, comparados con las bacanales de Photoshop a las que acostumbran los creativos publicitarios, los fotógrafos de moda o esos avezados informáticos del FBI que cortaron y pegaron la pelambre cana de Llamazares sobre el cráneo de Bin Laden.

Divertido desde la distancia con las múltiples travesuras de su criatura, Thomas Knoll lleva una vida discreta en su localidad natal, Ann Arbor (Michigan), junto a su mujer, Ruth, y sus dos hijas. A sus 49 años, repantigado en el sofá de su estudio, descalzo y con su portátil sobre la barriga, Knoll prepara ya el relevo del Photoshop CS4, una versión que saldrá a la venta este año, que no necesariamente se llamará CS5 y que al parecer dará prioridad al 3D, al vídeo y a las operaciones en línea. Así trabajaba cuando era un chaval y así continúa trabajando ahora. Nada de shows al estilo Steve Jobs o Bill Gates.

El embrión

El nacimiento del Photoshop no fue producto de la investigación concienzuda de una gran compañía. Tras licenciarse en la universidad de Michigan --donde su padre, Glenn, era profesor de Ingeniería Nuclear y Ciencias Radiológicas-- Thomas Knoll trabajaba en su tesis doctoral sobre la visión computerizada. Compró un Mac Plus para trabajar en ella, pero a diferencia de algunos de los ordenadores más baratos de la época, su aparato no podía mostrar imágenes. Entonces decidió escribir un programa propio llamado Display, que tan solo reproducía en escala de grises.

Thomas aparcó momentáneamente su tesis --nunca la terminó-- y tras seis meses de trabajo creó, ya en color, el ImagePro, embrión del Photoshop. "Recuerdo que el dinero de mi beca se había evaporado, estaba esperando el nacimiento de mi primera hija y me sentía presionado para acabar el programa y buscar trabajo", dice Knoll en www.webdesignerdepost.com/2010/02/20-years-of-adobe-photoshop/.

Poco podía imaginar Knoll la infinidad de utilidades que iba a procurar su programa, creado para sí mismo, sin intención comercial. En la actualidad, Photoshop lo usan desde médicos hasta arquitectos, desde creadores digitales hasta ingenieros, pero sobre todo ha entrado en

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