La filosofía, ya se sabe, es esa cosa etérea del ser y el no ser y algo de una caverna. Gente medieval o alemanes de apellido impronunciable, que no se bañan en el mismo río. Decimos que existe una filosofía de vida y que nos tomamos las cosas con filosofía, algo imposible para los alumnos de mi centro, que llevan mes y medio sin profesor de esta materia. Un mes sin ontología se lleva bien, pero es que tampoco tienen ética ni educación para la ciudadanía, que debería ser la niña mimada de los planes de estudio, visto el interés con que la implantaron. El caso es que nos falta un profesor, o dos, porque tampoco mandan al del área práctica de diversificación, o sea, otro de los programas de apoyo que deberían primar. No parece situación de un solo centro, sino que se escuchan bastantes quejas por la falta de profesores. En Miajadas, en Trujillo y en Plasencia, la crisis ha llegado en forma de recorte educativo. Si no hay dinero para autovías, bien puede la filosofía quedarse en el limbo. El problema es qué se hace con los alumnos mientras tanto, pero ya se nos irá ocurriendo sobre la marcha. Por ejemplo, que enciendan los ordenadores que aún siguen en las aulas antes de que lleguen los portátiles, y que naveguen por la red a su libre albedrío, sin la esclavitud de los presocráticos. Y los de ética y educación para la ciudadanía también, y hasta los de apoyo. Libres, críticos y autónomos, porque estos jóvenes nuestros al final siempre salen adelante por sí mismos o por la buena voluntad de muchos padres y docentes, sin que parezca resultar imprescindible que las autoridades educativas se ocupen de que así sea.