Ayer quedó muy claro ese dicho de que en el toreo a caballo hay un antes y un después con la llegada a él de Hermoso de Mendoza. Lo que hizo el rejoneador navarro al toro Sardinero quedará para el recuerdo de los aficionados que ayer llenaron el coso segedano. Fue una obra de delicada perfección, sublime en algunos pasajes, sutil en otros, y sólo al final emborronada con el rejón de muerte.

Ese toro fue bravo ya de salida, con ese tranco sostenido y elegantísimo de los buenos toros del encaste Murube. Sobre Curro, un equino valiente y muy flexible, Hermoso lo paró en un increíble palmo de terreno, y tras clavar un único rejón, simuló otro siempre yendo de frente.

Dos pares soberbios

Montó a Chenel y llegó la sinfonía de toreo. Quebraba en los medios y cosido a la grupa, a dos pistas, recorría el albero, para rematar con un recorte por los adentros, como aquellos que este rejoneador trajo con su caballo Cagancho. Fueron dos pares soberbios por limpios, de llamativa pureza, pues además de temple había unidad en la suerte desde el cite al remate.

Siguió Hermoso sobre Icaro, un caballo excepcional pues su expresión es única, siempre desafiante, siempre con el hocico entre los pitones del toro. Clavó dos banderillas en las que todas las ventajas eran para el astado, pero después no acertó a dar muerte a tan bravo toro.

Lo otro de entidad lo hizo Diego Ventura ante el sexto toro. Despegado en los dos rejones de castigo, lució sobre el tordo Orobro y en dos quiebros, uno aguantando junto a tablas y otro en los medios. Siguió sobre Distinto, una gran montura pues a toro arrancado es capaz de recular para, en un alarde de aguante, quebrar muy en corto. Y lo espectacular llegó sobre Morante, un caballo muy valiente que simula dentelladas al toro. Ventura sí acertó con el rejón de muerte y cortó dos orejas.

En la corrida también hubo toreo pulcro y bueno por parte de Pablo Hermoso ante el quinto, del que paseó un trofeo tras un tercio de banderillas muy conseguido pero sin alcanzar el nivel anterior. Lo demás no pasó de lo anecdótico. Fermín Bohórquez inutilizó al buen toro que abrió la corrida con un rejón en la paletilla, y cortó una oreja que le otorgó un público generoso tras una faena llena de desigualdades al cuarto. Y Ventura sacó su lado demagógico ante el tercero, muy preocupado de los bailes buscando el aplauso fácil, para no encontrar después toro o clavar sin ajuste.