Tras tres días de suspensión, ayer se esperaba mucho de la corrida anunciada. Pero bien analizado el cartel, los toros invitaban a la desconfianza. Porque las dos corridas anteriores de Juan Pedro Domecq -una de ellas con el hierro de Parladé, a nombre de su hijo- invitaban a pensar lo que después ocurrió: un fracaso ganadero total, que arruinó el festejo.

Cuando en el ruedo no hay toro, lo que se haga no tiene interés. La corrida de Juan Pedro, aunque aceptablemente bien presentada, resultó tremendamente desarazada, que es lo mismo que decir mansa hasta decir basta. Eso en los tres toros que se lidiaron, pues por blandear se devolvieron los otros tres, sustituidos por dos toros de encaste Núñez y otro, de El Serrano, soso y muy deslucido también.

El extremeño Miguel Angel Perera no debe de anunciarse con este tipo de ganado, pues a él lo que le va es el toro bravo, el que se mueve y al que hay que someter. Y el caso es que no mató ninguno de los sorteados, pero hubiera sido igual, pues el festejo pronto entró en barrena.

Tuvo un primer sobrero de José Luis Pereda, al que en su afán de conservarlo para la faena de muleta casi no lo dejó picar. Craso error porque este toro fue muy en Núñez, pero de los malos, de los que se ponen imposibles cuando sacan genio. Aparte de que tenía un peligro nada aparente y sí muy real, resultó muy áspero porque tiraba un gañafón al final del muletazo. Visíblemente incómodo el torero, su pundonor le hizo prolongar una faena sin lucidez.

EL SOBRERO, DESLUCIDO El sobrero que cerró plaza fue también muy deslucido. Corto de cuello y blando de remos, no se le podía bajar el engaño pero a media altura derrotaba y punteaba la muleta. No era toro de lucimiento y el diestro extremeño poco pudo hacer.

Curro Díaz mató dos astados del hierro titular. Lo único destacado lo hizo con el capote, que maneja con gusto porque lo adelanta muy bien y se mece con el toro. Después, ante su primero, que se apagó muy pronto, sólo logró una serie en redondo, más acompañando que llevando, con voltereta incluida. El cuarto ni siquiera embistió. Se paró como si fuera un buey.

El Cid completaba el cartel. Ante el sobrero de La Dehesilla, nada fácil, logró tandas al natural por el pitón izquierdo. Suavidad y dejar la muleta puesta en la cara fueron las dos premisas para la ligazón, aunque el torero sevillano, cuando torea con la zurda, no embarca con la panza de la muleta y sí con los vuelos. Si acierta con la espada hubiera cortado alguna oreja. Al quinto lo toreó bien a la verónica pero renunció pronto a embestir.

Culminó una tarde larga y soporífera. Pero es que nadie comprende cómo se planteó una feria con los juanpedros como base ganadera de la misma.