Corrida con vicisitudes la de ayer en Valencia. Los toros anunciados eran de Juan Pedro Domecq, que al final, al devolverse segundo y tercero, se completó el festejo con un sobrero del mismo hierro y otro de Parladé, también de Juan Pedro. Obvio es decir que hubo desigualdad de hechuras aunque no de comportamiento, pues la tónica fue de nobleza aunque los toros no andaban sobrados de raza.

Con esa introducción, hay que decir que Enrique Ponce dio muestras sobradas de su capacidad y sabiduría. También de que Miguel Ángel Perera, con un lote de muy poco fondo, no estuvo acertado con la espada ante el quinto, al que le hizo una faena muy meritoria. Y de que la salida a hombros de López Simón es pura anécdota, tras cortar sendas orejas -hay que decir que mató bien a sus dos toros- pero nadie se va a acordar ni de uno solo de sus muletazos.

La traca valenciana, en esta tierra que tanto gusta de la pirotecnia, llegó de la mano de Enrique Ponce ante el cuarto. Contar sus faenas grandes es entrar en el mundo de la reiteración, aunque todos sabemos que el toro no es nada reiterativo, y que cada animal es un mundo, y un secreto a descifrar.

Ese secreto lo reveló el valenciano a lo largo de una lidia magistral. Sí maestro es quien enseña, ayer lo fue Enrique Ponce. Era ese juanpedro un toro justo de fuerzas, como casi todos los de la corrida. Pero era un animal que tenía, aunque lo guardaba celosamente, un fondo bueno. Ese fondo era su nobleza, pero había que encontrárselo. Sucedió que, cuando todos vamos, Ponce ya está de vuelta.

Le daba primero sitio, después le corría la mano con mucha suavidad, al principio de la faena a media altura. En eso llegó un bellísimo cambio de mano para seguir al natural, y la cosa comenzó a cambiar: la gente empezó a darse cuenta de que allí había algo, y eso era que ese sabio estaba haciendo al toro a ir a más.

Por ambos pitones fue desgranando una faena cada vez más lograda. Los muletazos eran cadenciosos, bellos, con una naturalidad magnífica y con un estar torerísimo, tenían continuidad, la figura se mostraba erguida, el temple era exquisito, y en eso que llegó la sorpresa de los naturales citando con el envés de la muleta y cambiando para el cite ortodoxo. Después llegaron las poncinas. Todo cumbre. Ponce en sazón. Las dos orejas fueron un clamor.

Antes tuvo un primer toro muy soso, que salía del muletazo con la cara alta y deslució la labor del torero de Chiva.

Lo otro bueno lo hizo Miguel Ángel Perera ante el quinto. Nos habría gustado contar que había cortado una oreja de peso, tras una faena meritísima a ese animal por cómo lo entendió y cómo lo llevó de bien en ese toreo tan suyo, que es el más largo y más profundo que hoy se ve en las plazas de toros.

Fue un toro de buena condición pero justo de raza. Mansito, le hizo un trasteo de mucha limpieza, de tratar de evitar los toques, y de darlos, cuando no había otra, con suavidad. Un toreo de aguantar sin perder pasos, pero estuvo el paisano muy mal con la espada y sólo pudo saludar.

Antes tuvo un sobrero de poco fondo, pues le costaba ir hacia delante. Pronto tuvo que recurrir Miguel Ángel al arrimón aunque la faena no tomó altura, porque no la podía tomar.

Tan de moda está el populismo, que tampoco esa desgracia es ajena a las plazas de toros. Es dificil a quien esto escribe contar una faena de López Simón. Resulta que uno cree que, más que faenas, resultan ser un pupurrí de pases. No hay unidad en ellas. El torero está fácil ante el toro, pero tenso. Hay mucha desigualdad entre una serie y otra. No hay calidad en ese toreo, en el que prima más la cantidad y en el que la delicadeza no aparece por ningún lado.

Tuvo un primero manejable y las series fueron cortas al principio, de más muletazos después, pero más de acompañar que de enganchar y rematar.

Al sexto le cortó otra oreja tras un buen espadazo. También entonces hubo altibajos, no porque no se ajustará López Simón con el toro, que sí lo hizo, sino porque hubo mucha desigualdad, pues a una serie asentados los pies, le sucedía otra perdiendo pasos, y a un pase rematado por abajo, como debe ser, le secundaba otro por arriba. Vamos, que poco dejó el torero madrileño para el recuerdo.