Si alguien creía aún que la costumbre de atragantarse con 12 uvas al son de las campanadas era algo que se remontaba al comienzo de los siglos, un hábito heredado de algún personaje bíblico o consignado en el pálido papel de un manuscrito azteca, tal vez quiera saber que hay pocas tradiciones tan comerciales, o, al menos, tan arraigadas en la que probablemente es la ley básica del capitalismo moderno: la de la oferta y la demanda. Listos e ingeniosos, los viticultores españoles que a finales de 1909 se descubrieron ahogados en un océano de racimos verdes, abrumados por el volumen de una cosecha desbordante, preocupados, sobre todo, ante la perspectiva de tener que botar a la basura, se rascaron la cabeza y se sacaron de la chistera eso: señores, la uva trae suerte y hay que consumirla en Nochevieja. Fenomenal. Inventaron la tradición.

IMPORTACION DE AMERICA Y dieron, al parecer, en el clavo. La costumbre no solo se mantiene cuando han pasado 100 años de aquella cosecha copiosa, sino que numerosos países latinoamericanos la han copiado e incorporado a sus tradiciones. Diciembre no es el mes en que más se consume uva de mesa --ocurre en septiembre y octubre: los meses de la vendimia-- pero en todo caso se consume mucha uva: entre 1,5 y 2 millones de kilos solo en Nochevieja, según cálculos del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de la Uva del Valle de Vinalopó.

¿Por qué el valle de Vinalopó? Porque es ahí, en Alicante, donde se cultiva la mayor parte de la uva que la noche del 31 acaba, en montoncitos de rigurosas docenas, haciéndose un lugar en las mesas de los españoles. "El único lugar en el que hay uvas colgando de las cepas en estas fechas es Vinalopó", dice el presidente del Consejo, José Bernabéu. Es la variedad aledo, una raza atípica, de maduración lenta, que se cultiva embolsada y se recolecta entre finales de noviembre y principios de enero. "Este año hemos sacado cerca de 20 millones de kilos, de los que el 25% se consumen a lo largo de las fiestas de Navidad".

Bernabéu dice que prefiere no suscribir la historia de la cosecha de 1909. "Es la teoría más en boga, pero en el Consejo no tenemos datos que la avalen", asegura. En la misma línea llama la atención un artículo diminuto publicado en la prensa de la época, el 1 de enero de 1911, en el que se habla del "extraordinario júbilo" con que "el pueblo madrileño" acababa de celebrar "la entrada del Año Nuevo", y donde, a renglón seguido, el redactor escribía sobre "la tradicional costumbre de comer uvas al dar las 12 en el reloj de la torre de Gobernación". Para llevar dos años de inventada, ya era, vaya, una costumbre arraigada.

Vengan de donde vengan --y la tesis de la cosecha fabulosa sigue siendo la más confiable--, las 12 uvas de la medianoche desafían, al igual que muchas costumbres, las tormentas, los rayos, las sequías y las crisis. El presidente del Gremio de Frutas de Mercabarna, Casimir Llorens, afirma que no habrá un descenso del consumo. Bernabeu también es optimista. En secreto, seguro, dan las gracias a los ingeniosos de hace 100 años.