Suculenta, Suculencias, Black Glass y Abaia son los nombres de las grandes operaciones que el Seprona de la Guardia Civil ha llevado a cabo contra el tráfico ilícito de angulas, en un recorrido que pone en evidencia la cada vez mayor sofisticación del negocio, paralela al creciente interés del cliente chino.

Desde Suculenta, desarrollada en 2012 por la Unidad Central Operativa de Medio Ambiente (UCOMA) del Seprona, hasta Abaia, explotada en marzo pasado, el plato ha sido el mismo, la preciada angula. Para llegar hasta la mesa de China, los traficantes han ido complicando la receta hasta crear tramas perfectamente estructuradas, con una arquitectura financiera que nada tiene que envidiar a otras organizaciones criminales, como resalta a Efe el capitán jefe del UCOMA, José Manuel Vivas.

Una de estas organizaciones -una empresa de Tarragona que ya cayó en 2012 en la operación Suculenta y volvió a caer en Abaia- ha ido sofisticando el delito, y al tráfico ilícito ha añadido blanqueo de capitales, empresas pantalla, falsedad documental y delito contra la fauna, todo bajo la estructura de organización criminal. «Ahora ya se puede hablar de trama», subraya el capitán, quien recuerda que el interesado mercado chino ha servido de acicate a las organizaciones para mantener una actividad ilegal creciente.

Todo ello con el consiguiente perjuicio a la especie, ya que el tráfico de angulas está diezmando la población de este alevín, cuyo control incrementó el precio del producto. Los chinos pagaban cada vez más y algunos comerciantes vieron en ello un filón.

Socios griegos

En el caso de la última operación, la trama española no dudó en aliarse con unos empresarios griegos que recibían la mercancía después de haber pasado, metida en camiones especialmente habilitados con una especie de piscinas, por Barcelona, de allí en ferrys a Italia, país que cruzaban de oeste a este vía terrestre, y otra vez por mar a Grecia.

Ya en el país heleno, los empresarios se quedaban con una pequeña cantidad de angulas, que engordaban hasta convertirse en anguilas, y se las vendían a sus socios españoles para dar apariencia de legalidad. Otra forma de blanquear, ya que declaraban mucho menos de lo que traían; casi todo era agua.

Porque los griegos enviaban el grueso de la mercancía recibida de España a los clientes chinos, previo paso por Hong Kong.

Unos y otros, emisores y receptores, obtienen con esta actividad golosos beneficios. En el caso de los primeros, los españoles, la ganancia por kilo de angula (ilegal) puede ser de 1.000 euros una vez descontados los 300 o 400 que le pagan al pescador furtivo y otros 100 de «gestión», ya que la venden a los chinos a unos 1.500 euros frente a los 500 del mercado legal.

Ganancias millonarias

Mientras, al receptor este contrabando le sale también a cuenta. Un kilo de angulas contiene 3.000 ejemplares. En el caso de que 500 murieran en el tránsito, quedarían 2.500 por kilo, que se convertirían en 1.250 kilos de anguilas, es decir, ya engordadas y despojadas de cabeza y espinas.

Su venta, ya envasadas y ahumadas, es a 60 euros el kilo, con lo que esos 1.250 kilos de anguilas (lo que en origen fue un kilo de angulas) darían una ganancia bruta de 75.000 euros. Descontados gastos, como poco, subraya Vivas, la ganancia neta sería de unos 25.000 euros.