El resultado de sumar las audiencias de los programas de humor que pueblan la parrilla televisiva merece cuando menos una reflexión: en el país de la crispación política, las pesadillas con el euribor y el cabreo con las obras públicas, 11 millones de ciudadanos encienden cada día sus televisores sin otra intención que dar con una excusa para partirse de la risa. El democrático dictado del mando a distancia, que sitúa a diario a los programas de humor entre los más vistos de cada cadena, responde así positivamente a una oferta televisiva que ha hecho de la risa su principal apuesta de la temporada.

La tele suele seguir pautas que recuerdan a la moda. Superadas lejanas epidemias como las de los culebrones, las series dramáticas, los reality shows y los programas de cotilleo, la tele vive hoy la edad geológica del humor en sus más variadas interpretaciones: desde la parodia política y de actualidad de Buenafuente y El intermedio en La Sexta y Noche H en Cuatro, a la comedia costumbrista de Escenas de matrimonio y Cámera Café en Tele 5, pasando por la sátira televisiva de Sé lo que hicisteis en La Sexta o el humor espectáculo de El hormiguero en Cuatro.

Hace apenas cinco años, cualquier programador de televisión habría sufrido un síncope de solo pensarlo, pero hoy es posible encontrar en las horas más golosas del prime time (de nueve a once de la noche) hasta cinco ofertas de humor diferentes peleando por la misma carcajada.

Renovación del género

El humor en televisión goza de buena salud, lo que es consecuencia no solo del deseo del público de usar este electrodoméstico para tomar a guasa la actualidad, sino también de la existencia de una generación de guionistas que, cada uno desde su estilo, han conseguido acertar con el gusto de la gente. La formación de ese batallón de cómicos debe mucho a varias plataformas televisivas que han servido de canteras del humor. La mayoría de los guionistas que ingenian y redactan cada día los diálogos y gags que tantas risas provocan entre los seguidores de estos programas provienen de Globomedia (instigadora de El club de la comedia que popularizó los monólogos), El Terrat y el canal Paramount Comedy, dedicado exclusivamente al humor en diferentes formatos.

"Cuando montamos El Terrat, en 1992, teníamos la sensación de estar poniendo una casa en una urbanización donde no había nadie. Por entonces, lo de hacer humor en la tele era un oficio que no existía", recuerda Andreu Buenafuente. En estos años, muchos son los chistes que han salido de esta fábrica de humor, dirigidos a los distintos programas que produjeron.

Buenafuente --el programa estrella de El Terrat y el proyecto más personal de su director-- migró esta temporada desde Antena 3 a La Sexta. La mayoría de los ocho guionistas (además del propio Buenafuente) que cocinan cada día los textos que se dicen en el programa vienen de trabajar juntos en temporadas pasadas. En algunos, como Xavier Casadó (subdirector del programa) y Jordi Ebole (El Follonero), la compenetración con el cómico-estrella de El Terrat se acerca al automatismo. "Alcanzas un nivel de entendimiento que te permite comunicarte con un movimiento de nariz. Sin hablar sabemos lo que funciona y lo que no. Para hacer humor debe haber ese buen rollo. No sabría trabajar con alguien con quien no me apeteciera irme a cenar", valora.

Buenafuente dice entender su oficio como una prolongación de su forma de ver la vida. "Para mí, y para la gente que trabaja conmigo, escribir humor no consiste en enfrentarte a una hoja en blanco a ver qué chiste se te ocurre, sino defender una actitud vital, algo casi filosófico: ya que el mundo está hecho unos zorros, al menos mirémoslo con una sonrisa", propone.

La actualidad, especialmente la política, es el combustible que alimenta buena parte de los minutos de humor de la tele. "Materia prima no falta. Si un día no se hunde el AVE, Rajoy nos presenta a su primo, Nicolas Sarkozy monta un numerito o los hermanos polacos hacen de las suyas. La crispación es una mina. Tenemos a los protagonistas y a los antagonistas, el drama perfecto", cuenta con sorna Edu Arroyo, director de Noche H , espacio que lleva ya tres temporadas sacándole punta a la actualidad en las noches de Cuatro. "Usamos la ironía, pero siempre con intención. Nuestra intención es hacer pensar a la gente. El planteamiento es mirar la actualidad como si estuviéramos leyendo El Jueves", define.

Junto a Arroyo, una quincena de guionistas dan forma a todos y cada uno de los latigazos que Eva Hache y su grupo de colaboradores sueltan en el plató. Aunque el programa ha crecido en la última temporada en secciones y colaboradores (sin contar la complicación añadida que supone convertirse en partido político, tal y como pretenden), el equipo de guionistas es el mismo que empezó en 2004, la mayoría provenientes de anteriores espacios de humor, como El Informal , La Noche con Fuentes o Splunge . El propio Arroyo dirigió las primeras temporadas de Caiga Quien Caiga , Quequé llegó a la tele tras presentarse a un concurso de El Club de la Comedia y Ricardo Castella fue varios años guionista en Paramount Comedy, de donde salió la propia Eva Hache.

"Los más veteranos no tuvimos más remedio que hacernos autodidactas. Las nuevas hornadas llegan con máster de guión bajo el brazo y curtidos en los monólogos", analiza Miguel Sánchez Romero, Maikol , director de El Intermedio , el informativo sarcástico que presenta cada noche El Gran Wyoming en La Sexta para 800.000 fieles espectadores. El propio Maikol fue guionista en multitud de programas, como el Misisipi de Pepe Navarro, Crónicas Marcianas o el Club de la Comedia , antes de empezar a dirigir al equipo de nueve guionistas que redactan los golpes y ocurrencias a los que Wyoming añade su particular expresividad cómica ante la cámara. "Este es un trabajo de albañil. Un chiste no te sale por inspiración divina. Detrás de cada carcajada hay muchas horas de trabajo serio", advierte. Y pone ejemplos: "Encontrarle la gracia a una comparativa de editoriales de El Mundo o al último Zutabe de ETA no es algo que salga a la primera, pero al final sale".

La necesidad --la obligación-- de ser ingenioso en horario de oficina, a contrarreloj, es la mayor dificultad que afrontan cada día estos albañiles del humor . A las 10 de la mañana, en un ático con terraza en la zona norte de Madrid, las pantallas de los 13 guionistas que maquinan los contenidos de El Hormiguero (el programa de Cuatro que ven cada noche 1.800.000 espectadores) ya funcionan a pleno rendimiento. Sobre una selección de las noticias más importantes del día, cada guionista deberá escribir cuatro hojas de chistes. A las 11 toca visionado de vídeos. Por la vía de la tormenta de ocurrencias asamblearia, cada guionista va proponiendo dobles lecturas a lo que ofrece la pantalla. La imagen del Dalái Lama aireando su túnica a alguien le recuerda a Massiel. Su risa floja, también. A cuento de la ley de la Memoria Histórica, otro propone hacer un montaje de un concierto de Ismael Serrano en el Valle de los Caídos. Y en este plan.

"Si cada uno sugiere 100 chistes al final de la mañana, alguno habrá que sea bueno ¿no?", calcula Laura Llopis, coordinadora del equipo, formado en su mayor parte por guionistas que trabajan juntos desde el Club de la Comedia y el programa de Radio No somos nadie .

Juan Herrera, que lleva ocho años con Pablo Motos y posee una larga trayectoria como autor de humor, considera que su oficio radica en la humildad

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