TAt Marisa se le ha perdido la vista. En el horizonte, quiero decir. Mira hacia un punto fijo que sólo ella parece ver y, de vez en cuando, hace como que suspira, pero sin dejar escapar ese ruido melancólico de viento nasal. Dos días con la mirada perdida son muchos, creo yo, porque cuando intente devolver la vista a su sitio lo mismo le ha cambiado su forma de mirar y luego las cosas no se entienden igual. Yo la noto mustia, un poco apagada. Imagino que lo que tiene debe ser algo parecido a la tristeza del pimiento. La tristeza del pimiento es una enfermedad producida por un hongo que ataca a la planta hasta que ésta termina por marchitarse y muere. Supongo que se denomina así porque las hojas se quedan mustias y se encogen como invadidas por una melancolía que termina siendo mortal. Son síntomas parecidos a los de Marisa, pero sin pimientos. Se lo he contado a Carlos . Lo del hongo y lo del pimiento triste. Dice que de eso nada. Que el único hongo que tiene su mujer es el de las ganas de irse de vacaciones, que como este año no van a poder, por la mierda de la crisis esa, pues se le está extendiendo por el cuerpo como un come-come. Como el hongo de la bomba atómica, pienso yo, bueno, también me ha dado por pensar qué les ocurriría a los pimientos tristes si les dieran vacaciones, y a los hongos, pero eso es otra historia.

Acabo de cruzarme con Marisa. Ya no mira hacia el horizonte. Ya no tiene que andar buscando un punto en el que fijar sus ojos. Dice que Carlos y ella han decidido irse de vacaciones, a pesar de la crisis de mierda esa. Y yo me imagino la playa llena de pimientos tristes tostándose al sol para no marchitarse.