Las células de un tumor emplean la fuerza y actividad de unas células sanas y frecuentes llamadas fibroblastos para escapar, diseminarse y promover la metástasis en otros tejidos. «Como si fuera una locomotora y los vagones de un tren, las células cancerosas se enganchan a ellas para abrirse paso», resume gráficamente Xavier Trepat, investigador del Instituto de Bioengingeniería de Cataluña (IBEC). Trepat y su equipo han descubierto que dos proteínas presentes en las células tumorales y en los fibroblastos se unen mediante una fuerza física -como si fuera un gancho- e inician la diseminación.

La investigación abre por tanto una vía muy prometedora: si se logra bloquear el proceso de unión mediante fármacos, se bloquea la metástasis. Tanto es así que el equipo ya está trabajando con la farmacéutica Ferrer y la biotec Mind the Byte para diseñar inhibidores del proceso.

El investigador explica que algunos tumores -sobre todo los carcinomas- tienen en sus inicios «una capacidad muy limitada para invadir el tejido que los envuelve». Si finalmente se produce la diseminación fuera del tumor es porque hay algún factor que cambia la situación. Y es aquí donde intervienen los fibroblastos, «profesionales del mantenimiento de los tejidos sanos», según Trepat. Son, por ejemplo, las células que se activan para la cicatrización de las heridas».

El proceso es el siguiente: el tumor atrae los fibroblastos hacia su interior y allí les modifica su actividad. A partir de entonces, los fibroblastos intentan salir del tumor creando túneles a través de la matriz extracelular. «Los utilizan para la invasión», sintetiza Trepat.

Los investigadores del IBEC han demostrado que los fibroblastos no solo abren los caminos, sino que arrastran a las células del cáncer a través de los túneles y favorecen la invasión de los tejidos vecinos sanos. En una filigrana tecnológica, han sido incluso capaces de filmar el proceso. «Hemos patentado tecnologías que permiten medir esas fuerzas tan minúsculas», ilustra Anna Labernadie, primera firmante del trabajo. Se trata de una interacción biofísica entre dos proteínas diferentes, una localizada en la superficie de las células cancerosas y otra en la superficie de los fibroblastos. Los investigadores han utilizado en su trabajo células y tejidos obtenidos de pacientes con cáncer de piel y de pulmón. «Hemos identificado este mecanismo en tumores muy diferentes, lo que nos lleva a pensar que puede ser general», dice Trepat. Una vez conocido el proceso, ahora se trata de buscar una diana terapéutica: «Estamos trabajando en el desarrollo de moléculas que inhibirán la progresión del tumor, concluye.