El concepto de playa apta para el baño humano es muy distinto según quién lo defina. Nada tiene que ver la visión de las administraciones con la de los veraneantes que han llevado a cabo un largo viaje para mojar sus cuerpos en las cálidas aguas del Mediterráneo. Ayer, en la playa de En Bossa, una de las tres cerradas en Ibiza a raíz del naufragio del mercante Don Pedro el día 11, hubo colisión entre ambas definiciones. Decenas de turistas hicieron caso omiso a la clausura decretada y decidieron bañarse. La playa estaba limpia, tanto que el consistorio afirmó que solo mantenía el cierre por "precaución". El día era claro y la temperatura rebasaba los 30 grados. Nada pudieron hacer las autoridades.

La escena era un tanto disparatada: un hombre que se adentraba en las aguas subido a una colchoneta o varios menores que se sumergían con aletas, gafas y tubos, mientras, a escasa distancia, el barco de Salvamento Marítimo Clara Campoamor recogía restos de fuel, aceite y líquidos de la sentina vertidos por el Don Pedro. En la arena, varios operarios, vestidos de blanco riguroso, limpiaban la playa de residuos tóxicos.

POCOS SOCORRISTAS Nada más ver a los primeros bañistas irregulares, el personal de la Cruz Roja llamó al ayuntamiento para que le dijera qué debía hacer. "No dejen que se bañen", ordenaron. Pero fue imposible. A diferencia del viernes, primer día de clausura de esta playa junto a la de Figueretes y Talamanca, ayer no se desplazaron hasta aquí efectivos de la policía local. Había demasiados bañistas para tan poco socorrista. "Poco podemos hacer", dijo un miembro de la Cruz Roja. Además, las autoridades locales de la isla habían calificado como "bueno" el estado de estas playas y, aunque anunciaron que aún no era el momento de abrirlas, su clausura solo se debía a motivos de "precaución" y "seguridad".

Pero aunque el estado de las costas de la mayor de las Pitiusas se acerque cada vez más a la normalidad y aunque la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, dijera ayer que la situación era "mejor" que el día anterior, lo cierto es que el siniestro del Don Pedro , un buque de 143 metros de eslora que transportaba 125 toneladas de fuel y unas 25 de aceites, está teniendo consecuencias en el turismo.

Quienes más lo notan son los dueños de chiringuitos y restaurantes colindantes con las playas cerradas. Estos, según se constató ayer durante una reunión celebrada en la Cámara de Comercio de ibiza, vienen sufriendo en los últimos días una bajada de facturación que llega en algunos casos hasta el 60%. "Se está creando un ambiente extraño", señaló el presidente de este órgano, Juan Tur Ripoll, quien pidió "tranquilidad", pero también "rapidez y eficacia" en las tareas de limpieza.

"Puede que usted note que a estas horas el hotel se encuentra un tanto vacío para ser mediados de julio", expuso ayer desde detrás del mostrador de recepción una trabajadora del Palladium Palace, un inmenso complejo hotelero de En Bossa. "Pero la mayor parte de las habitaciones --continuó-- están ocupadas. Lo que ocurre es que muchos clientes se han ido a otros lugares porque aquí todavía no está permitido bañarse", señaló.

Junto a la recepcionista, en el otro lado del mostrador, se hallaba un turista alemán. Llevaba pantalón largo y estaba seco por completo, pero reconoció rápidamente que él había sido uno de los atrevidos bañistas que se adentraron en la prohibida playa de En Bossa. "Está ahí --dijo, señalando la playa--, a pocos metros de mi habitación. Y parece que está limpia".