Miel, almendra o cacahuete, piñón, clara de huevo y azúcar. Con estos ingredientes se elabora el turrón, un alimento que para muchos es sinónimo de navidades pero que los extremeños lo disfrutan durante todo el año.

La leyenda dice que este producto comenzó con los árabes en territorio español y, cuando se fueron, dejaron la receta y la costumbre y se asentó en Jijona, en Alicante, y Castuera, en Badajoz. En ambos lugares muchas casas tenían un sótano pequeño obrador de turrón donde elaboraban la dulce mercancía que luego vendían en las ferias. Mientras que Jijona se convirtió en referencia turronera navideña, Castuera se quedó con la referencia del turrón de feria y de la venta ambulante.

En Plasencia se puede comer este exquisito producto durante todo el año gracias a José Rodríguez y Emilia Morillo. Este matrimonio recorre más de 200 kilómetros todos los martes para vender sus productos en el mercado semanal placentino. Llegan desde Castuera cargados de almendras -que las hacen garrapiñadas en el momento- dulces, golosinas y, sobre todo, cargados del producto estrella: el turrón.

A placentinos y comarcanos no les sorprende ver turrón en agosto, sin embargo, "a los madrileños, vascos y catalanes sí que les parece extraño porque parece que es un alimento que se consume solo en navidades", explica José sin dejar de remover las almendras.

Antiguamente, cuenta el pacense, su elaboración era más dura ya que "se hacía en las casas, a mano y para veinte kilos se necesitaba el trabajo de cuatro hombres durante todo el día", sin embargo, ahora se hacen en cooperativas y se elaboran mil kilos en un día. Además de evolucionar la forma de hacerlo, en Castuera han aumentado sus especialidades. Así, "antes sólo se hacía el típico turrón duro pero ahora lo hay de todas clases como de chocolate, de nata con nueces, de yema y muchos más", explica.

José lleva "muchísimos años viniendo a Plasencia". Ahora es su mujer Emilia la que le acompaña a vender por las ferias y mercados pero antes era él quien acompañaba a su padre cuando era pequeño.

La venta ambulante es de sobra conocida para el pacense, a quien le gusta su trabajo y seguir la tradición familiar. "Pero ahí se quedará todo y aquí acaba la historia" ya que sus tres hijos no seguirán la tradición familiar de un duro trabajo.

Sin embargo, el matrimonio reconoce que la vida del ambulante ha cambiado mucho ya que las condiciones no son tan malas. Antiguamente, los vendedores se desplazaban con carros y ahora lo hacen con una caravana. Los martes están en Plasencia pero los demás días recorren las ferias de la región. En invierno, José se marchará a Cataluña, como lo lleva haciendo más de treinta años, donde distribuirá sus turrones por las tiendas.