TEtsta semana he conocido a uno de los últimos chamanes extremeños. "Por estas tierras ya sólo quedamos tres y uno está muy mayor", me contó. Se llama Sandalio y, aseguran, le basta una mirada para entenderte el alma, saber qué te aflige y procurarte una solución. Hay rincones de Extremadura en los que todavía es posible creer en estas cosas, aunque cada vez son menos. La Extremadura mágica ha ido desapareciendo proporcionalmente a su desarrollo (el progreso, es lo malo que tiene, te hace perder la inocencia) y sólo nos acordamos puntualmente de ella cuando la realidad que nos rodea no nos convence. Supongo que es lo mismo que sucede con la fe. El pasado mes de agosto el departamento de Asuntos Religiosos de China prohibió en un decreto la reencarnación del Dalai Lama, advirtiendo a la población que cualquier Buda viviente reencarnado será considerado ilegal y, por consecuencia, no válido sin la aprobación gubernamental. Ahora, el Dalai, para evitar que su sucesor sea designado por el Gobierno chino lo nombrará él mismo antes de su muerte. Con ello llegará la democracia al budismo, pero se pondrá fin a su magia. Ya no será necesario creer para tener un líder espiritual. Ya no hará falta reencarnarse. Ya no se precisará fe. Extremadura también está perdiendo su fe. En tipos como Sandalio sólo se puede creer si sigues siendo un niño, si estás abierto a todo lo que no conoces, si no intentas buscar razones a lo que no tiene justificación- porque el día que dejemos de creer en la magia de tipos como Sandalio nos habremos hecho mayores, muy mayores, y no nos habrá servido de nada todo lo que hemos recorrido. Y lo peor de todo es que nadie nos sabrá entender el alma ni tendrá remedios para nuestros males.