Héroes de Baler es el nombre de una avenida cacereña. Pero en la villa filipina de Baler ya no hay héroes, sino turistas que acuden a un paraíso playero con un sofisticado spa de jacuzzis e hidromasajes. El pueblo, que en 1899 tenía 1.900 habitantes, es hoy la populosa capital de la nueva provincia de Aurora y la gesta de Los últimos de Filipinas se ha convertido en un atractivo turístico parecido a la conmemoración de la batalla de la Albuera.

El 30 de junio, aniversario de la fecha en que el líder de la insurrección ensalzó a los resistentes españoles, se celebra el Día de la Amistad Hispano-Filipina. Se lanzan fuegos artificiales, se hace una ofrenda floral y los jóvenes de la ciudad representan el asedio en el pabellón polideportivo. En esa obra teatral colectiva, el personaje principal, el líder de los héroes de Baler, es un extremeño de Miajadas llamado Saturnino Martín Cerezo.

¿QUE PASO? La cronología sintética de lo sucedido en Baler es la siguiente: el 12 de febrero de 1898 llegaron 50 soldados españoles, el capitán De las Morenas y los tenientes Alonso y Martín Cerezo. El 27 de junio son atacados por los insurrectos filipinos y se hacen fuertes en la iglesia del pueblo. El 18 de octubre, tras la muerte del capitán De las Morenas y del teniente Alonso, el miajadeño Saturnino Martín Cerezo queda al mando.

Comienza entonces una increíble epopeya quijotesca: 33 hombres sobrevivirán en 300 metros cuadrados, casi sin alimentos y hostigados por el enemigo, durante 337 días. El líder de esa resistencia, quien se niega rendirse y rechaza cuantos ultimatums y pactos se le ofrecen, no es otro que el teniente extremeño.

El cacereño Pedro Pastor Sánchez, estudioso de la epopeya, cuenta que en la iglesia se alimentaban con arroz, tocino rancio y habichuelas. También detalla que esta dieta provocará la muerte de 12 sitiados por beri-beri (falta de vitamina B) y de otros tres por disentería.

Las crónicas describen al teniente Saturnino Martín como un hombre enérgico y lleno de inventiva. De lo primero no hay duda pues incluso mandó fusilar a dos desertores. De lo segundo dan fe sus artimañas para hacer incursiones nocturnas en busca de alimentos. En una salida consiguieron calabazas y naranjas y en otra abatieron tres carabaos que pastaban despistados cerca de la iglesia.

Para complementar la dieta, asaban pájaros, gatos, ratas, serpientes y hasta un perro que tenían como mascota. El sitio debería haber terminado el 12 de diciembre, cuando se firma la paz de París, España entrega Filipinas y altos mandos españoles se acercan a Baler para comunicárselo a Martín Cerezo. Pero Saturnino era un extremeño empecinado y muy desconfiado que no cree a sus compatriotas porque piensa que lo engañan.

Aún resistirá seis meses más y el autoasedio se convierte en una parodia. Los filipinos mandaban a mujeres para que se colocaran frente a la iglesia en posturas lascivas. Los españoles, que llevaban seis meses sin ver a una señora, se apretaban contra el muro para no perderse el espectáculo, pero al miajadeño se le ocurrió obligarles a jugar, reír y cantar a voces para bajar la libido y subir la moral... Y resistieron la tentación sin desertar.

Saturnino rechaza la paz que recogen los periódicos españoles que le facilitan. A un muchacho con bandera blanca y una carta, le dispara a la mano donde trae la misiva y huye despavorido. El ambiente en Baler era de auténtica paranoia y a ello contribuía el paisaje tropical, la humedad endiablada y el calor asfixiante. Un clímax difícil de alcanzar en otros lugares que sedujo a Francis Ford Coppola para rodar en la zona los exteriores de la película Apocalypsis Now .

La situación se torna asfixiante para todos. Los filipinos de Baler creen ver fantasmas españoles cada noche y algunos huyen del pueblo. En la aldea empiezan a circular historias de terror protagonizadas por aquellos resistentes tenaces mandados por un terco extremeño. El dos de junio de 1899, cuando hacía ya seis meses que Filipinas no era española, Saturnino repara casualmente en uno de los periódicos españoles que le habían dejado y descubre una noticia: el teniente Díaz acababa de ser destinado a Málaga.

Díaz era amigo suyo y le había confiado su querencia malagueña hacía tiempo. Aquel periódico era verdadero y la paz de la que informaba, también. Saturnino, por fin, mandó izar bandera blanca. Acababa el asedio. El uno de septiembre llegaban a Barcelona los últimos de Filipinas. Son recibidos como héroes. Martín Cerezo llegó a general y ahora, cada 30 de junio, protagoniza una obra teatral para turistas en el spa de Baler.