TLteo en este periódico que "el 37% de la población de Extremadura está por debajo del umbral de la pobreza". Y, además, que "el 63,7 de familias extremeñas recibieron el año pasado algún tipo de prestación social". No soy economista pero me resulta evidente que este binomio de pobreza y subsidio resulta descorazonador. ¡Jolín con el paraíso terrenal que nos muestran estos políticos papagayos que nos han tocado en suerte de urnas! ¡Jolín con el progreso y el avance, la sociedad de la imaginación, el sursum corda y el mesianismo!

El umbral de la pobreza es el umbral de la amargura, es el camino más recto hacia el silencio, hacia la pérdida del amor propio, hacia la tristeza de saber que la dignidad es algo que no nos podemos permitir. Y el subsidio es la forma más sibilina de sumisión, la más humillante y la más eficaz para el poder, porque viste la caridad con interesado disfraz de justicia, siendo la caridad, en sí misma, un acto injusto. Una sociedad subsidiada es una sociedad fácilmente adormecida, incapaz de pensar por ella misma, camastrona y fofa. Con la necesidad se compran voluntades. También con la avaricia. Unase a esto la demagogia del estigma, los fuegos de artificio, el clientelismo de unos, el entreguismo de otros, el poder de la propaganda, la mordaza al disidente y el silencio interesado, y tendremos el perfecto cóctel de adormidera. ¡Vaya porro trompetero! Pero no hay que preocuparse. Seguro que esta encuesta está realizada desde el rencor, la envidia y la mala baba de carroñeros envidiosos y resentidos a sueldo de la caverna. Porque ya sabemos que Extremadura funciona. Nosotros a lo nuestro: ¡Niño, saca la zambomba!