¡Se nos ha ido un gran hombre!, mi entrañable consuegro, Antonio Albarrán Olea; hijo de una gran familia numerosa vinculada a la ganadería brava.

Este gran hombre fue el fundador y director de la Escuela Universitaria de Enfermería del hospital San Sebastián , de Badajoz y jefe del Servicio de Cirugía General del hospital Provincial pacense, que asumió muy pronto la enorme responsabilidad que representa el ser cirujano jefe de la plaza de Toros de Badajoz y provincia, durante más de 25 años, y que completaron los más de 40 años de servicio a la sociedad, con ejemplar profesionalidad y con sacrificada entrega y generosidad, reconocida en todos los círculos sanitarios.

Pero quiero decirte que así como tus valores resplandecían y brillaban como una estrella, espero que con tantas como allí arriba hay, hayas elegido la mejor, porque siempre tuviste no sólo un buen y proverbial ojo clínico, sino unas manos prodigiosas, que supiste ofrecer a la sociedad, en cuerpo y alma, con ese espíritu de solidaridad que siempre te caracterizó, y que es donde cobra el amor su máximo exponente.

Pero como ser humano y padre, que me lo reservo para el final, has sido un gran hombre , que has sabido inculcar a tus seis hijos, tu fuerte y profunda preparación humana, enraizada en los más puros sentimientos de los principios éticos y morales, de esa fe cristiana, que tú sentías de verdad. El corazón se encoge y los ánimos desfallecen solo con verles a toda esa gran familia, juntos como una piña, con esa gran mujer María, que junto con esa homilía de tu sacerdote don Andrés, escuchada por las cerca de mil personas que llenaban la iglesia de la Concepción y la calle de San Juan, de Badajoz, han hecho que temblara todo nuestro ser y se humedecieran nuestros ojos. Porque he contemplado de cerca, y de ello puedo sentirme orgulloso, que el pueblo de Badajoz te adoraba y ha sido generoso contigo, porque con ellos también has compartido todo lo bueno que llevabas dentro, tu profesionalidad y entrega sin límite. Es por ello, que todos quisieron estar junto a ti, para acompañarte hasta el último momento. Gracias, Antonio, por ese ejemplo maravilloso, que nos has dado, como profesional y como hombre humano, que siempre te recordaremos.

¡Cómo te querían nuestras nietas! Una de ellas, abre aún la ventana para ver qué estrella brillaba más. Adiós entrañable Antonio; siempre te recordaremos con el mismo amor que tú supiste derrochar con todos: tu familia y tus enfermos, ¡Adiós a un gran hombre!, ¡Adiós!

Delfín Hernández Hernández

Cáceres