No ha pasado ni un día desde que se dieron a conocer en Lisboa las nuevas siete maravillas del mundo --durante una ceremonia de lo más kitsch que tuvo tanto de inauguración olímpica como de eterna gala de sábado noche en la primera cadena pública-- y el mal clima ya ha empezado. Por un lado, la Unesco volvió a cargar ayer contra un concurso en el que todo el mundo podía votar cuantas veces quisiera, a través de internet, SMS o por teléfono, por el monumento que estimase más prodigioso, que casualmente solía ser el radicado en su país de origen. Por otro, las autoridades de algunos proyectos que bien estaban fuera de la competición o bien no se clasificaron para este exclusivo y turístico club se dedicaron a criticar a algunos, o a la totalidad, de los escogidos.

La Unesco, que ya había tachado la idea del millonario suizo Bernard Weber de "operación mediática", vino a decir que su labor estaba en las antípodas de la realizada por New7Wonders, la organización que ha llevado a cabo esta competición. "Esa campaña ha respondido a criterios y objetivos diferentes a los de la Unesco", señaló Sue Williams, portavoz del organismo de la ONU, que cuenta con su propia lista de portentos, englobados bajo el epígrafe de Patrimonio Mundial de la Humanidad, cuyo fin es la restauración y protección de los 851 lugares --en vez de solo siete-- que allí aparecen consignados. Para la Unesco, el concurso no ha cumplido ninguna de estas dos funciones.

DOS COLADOS Ya se había anunciado que este concurso iba a excitar la rivalidad entre monumentos, pero lo que no se esperaba era que ese antagonismo fuera a dejarse notar tan pronto. Minutos después de que se dieran a conocer en el lisboeta estadio de la Luz los ganadores --la Gran Muralla (China), Petra (Jordania), el Cristo Redentor de Río de Janeiro (Brasil), Machu Picchu (Perú), Chichen Itzá (México), el Coliseo de Roma (Italia) y el Taj Mahal (India)--, la directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife, María del Mar Villafranca, en lo que muchos juzgarán como una canónica muestra de despecho, restó méritos a dos de ellos. "Se han colado dos: el Cristo de Río de Janeiro y el Coliseo de Roma", sostuvo.

Villafranca, al menos, salvó a cinco proyectos de esta lista. En cambio, el secretario general del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, Zahi Hawass, opinó que ninguno merecía ser considerado como prodigio planetario, un sello que puede catapultar a los elegidos hacia el Olimpo del turismo de masas. "La única maravilla del mundo --dijo este egiptólogo-- son las pirámides de Guiza", fuera de concurso porque, de los siete portentos del mundo antiguo, solo ellas permanecen y, también, debido a que el Gobierno del país árabe protestó airadamente cuando la organización quiso incluirlas en esta lid. ¿Cómo es posible --se quejaron las autoridades egipcias-- que unos monumentos con cerca de 4.500 años de antigüedad fueran a competir con, por ejemplo, recién llegados como la Opera de Sídney, edificio terminado en los 70 del siglo pasado?

RECUERDO DELIRANTE Así que estas tumbas faraónicas quedaron al margen de la disputa monumental. Sin embargo, hubo un recuerdo para ellas --y para las seis maravillas restantes de la lista clásica-- en la pomposa ceremonia que tuvo lugar en Lisboa. En uno de los momentos más delirantes de la velada, decenas de personas con antorchas formaron una cruz sobre el escenario. Ese fue el pistoletazo de salida para la evocación de los prodigios perdidos, sin tener en cuenta, por un lado, que cuando la lista se hizo faltaban siglos para que surgiera el cristianismo y, por otro, que según una de las teorías consideradas más plausibles por los historiadores, fue una turba cristiana, a mediados del siglo V, la encargada de destruir una de las siete maravillas antiguas, la estatua de Zeus en Olimpia. Viva la coherencia.