Un fallo en el sistema de frenado automático es la causa apuntada por las autoridades para el choque de tres convoyes de metro que provocó ayer un herido grave y unos 40 afectados, entre lesiones leves y crisis de ansiedad, entre las localidades de Paiporta y Picanya, en Valencia. El pánico de los primeros momentos hizo temer una tragedia.

La cadena de acontecimientos se inició a las 10.15 horas con la avería de un tren parado en la estación de Picanya y que obligó a parar en las vías a los que venían detrás, con una frecuencia de paso de cuatro minutos en una recta en superficie. El primer metro frenó sin mayor problema, pero el segundo ya lo hizo con apuros y llegó a tocar al que le precedía. El siguiente fue el que estuvo a punto de provocar una tragedia. Ni se activó el freno automático ni al conductor le dio tiempo a detenerlo.

El violento choque dejó las cabinas destrozadas, provocó que ambos convoyes descarrilaran y desplazó al primer tren. En los vagones, cientos de viajeros se vieron empujados hacia delante. La peor parte se la llevó el conductor del último. Todo el cuadro de mandos se le vino encima y le aplastó las piernas. Varios testigos fueron los primeros en avisar a emergencia.

La tensión del momento provocó que uno de ellos sufriera un paro cardíaco. Mientras los viajeros desalojaban los vagones y avisaban a sus familiares, llegaron las primeras asistencias que se afanaron en comprobar que no hubiera nadie atrapado.

El aspecto del impacto provocó que las primeras versiones de lo sucedido, incluida la de los bomberos, apuntaran a un choque frontal. En seguida quedó claro que se había tratado de un alcance, pero a la vez surgió el interrogante sobre qué había fallado. Un bombero explicó que el conductor del segundo tren le había dicho que "daba el sol y era difícil ver las señales luminosas". El problema, como dijo el consejero de Obras Pública es que no funcionó "el sistema automático de frenado".