TDtescarto el tema que tenía en mente. He estado con Sultana y cualquier otro asunto pierde interés para mí. Es saharaui, tiene veintiocho años y ha sufrido daños y vejaciones. La policía marroquí le saltó un ojo y la violó. Ante esto, cualquier asunto queda relegado. Ante esto poco importan la crisis o la búsqueda de fórmulas para avanzar al margen del imperante sistema financiero.

Más que los resumidos retazos de las palabras de Sultana a través de un traductor, me impactó ella. La joven mujer que se plantó ante la policía en Marrakech para defender su tierra y sus gentes. Es preciso tener valor para hacer eso, para ir la primera en una manifestación en un país donde los derechos humanos no se consideran derechos y donde el poder actúa de manera impune.

Recuerdo el pavor que sentía cuando, en los primeros años de mi etapa universitaria en Madrid, tenía que pasar por delante de los grises a caballo camino de la facultad o cuando, en un día de manifestación alcanzado ya el autobús, se cerraban las puertas y veía las caras desencajadas de los estudiantes, pegadas al cristal, mientras por detrás se acercaba la policía porras en mano. Una de esas porras, metida con saña en un ojo, se cebó con Sultana en Marrakech donde era estudiante de francés. Yo nunca hubiera encabezado una manifestación porque el miedo me paralizaba, pero ella sí.

Me ha gustado recibir a esta mujer que pagó caro su arrojo; me ha gustado propiciar que diera su testimonio en la radio colaborando a que su valor no quede en el olvido.

A través de su historia quiero rendir este sencillo homenaje a cuantas mujeres luchan y han luchado. Solo recordando su determinación y valentía podremos seguir avanzando.