Entre las Sierras de Gredos y Candelario, bien definidas en invierno por la nieve de sus cumbres, apreciamos las formas del profundo valle y su encabezamiento en el Puerto de Tornavacas, que separa (o une) ambas sierras, imaginando así aquellos paisajes altoextremeños del río Jerte.

Esta bien definida comarca agrupa a once términos municipales que se reparten más de 37.000 hectáreas del valle surcado por el río Jerte y buen número de gargantas y arroyos, desde las más altas cumbres en torno a los 2.400 metros hasta los 350 metros de la ciudad de Plasencia. Desde su cabecera en el puerto de Tornavacas que hace de límite de las provincias de Ivila y Cáceres, el valle se extiende a lo largo de 45 kilómtros, suavemente encajado los montes de Tras la Sierra, que le separan del Valle del Ambroz, y los de Tormantos y San Bernabé que son la divisoria con la comarca de La Vera y el Valle del Tiétar.

La larga fosa que originó hace millones de años la estructura del valle en base a bloques o grandes estructuras que se fueron hundiendo estableció las líneas maestras del paisaje, y sobre ellas la nieve, el hielo y las aguas han venido actuando para retocar el escenario general. Las diferencias de altitud, la orografía compleja y su situación estratégica abierta hacia el suroeste, hacen del Valle del Jerte la zona con climas térmicos más variados del Sistema Central, lo que se manifiesta espectacularmente en sus paisajes con el paso de las estaciones.

Las montañas confieren el marco general de esta profunda fosa, y sobre el horizonte se recortan los perfiles de sus altas cumbres: el Calvitero, el Torreón, la Campana, la Covacha, Valdeamor, la Panera, Peña Negra... desde donde van encauzando las aguas fluyentes de manantiales y neveros por innumerables arroyos y gargantas.

El paso de las estaciones por estas zonas de montaña hace que las condiciones varíen de manera espectacular, desde las intensas nevadas que todo lo cubren o desplazan, hasta los frescos veranos que reciben a los ganados trashumantes. Las altas cumbres albergan unas peculiares comunidades vegetales de piornales y cervunales, donde buscaremos los últimos ejemplares de árboles tan escasos como el tejo, el acebo, el abedul o el serbal de los cazadores, y por allí nos tropezaremos con cabras monteses, águilas reales, buitres leonados, pechiazules o lagartijas serranas.

Las aguas del río Jerte se nutren de una amplísima red fluvial que nos regala con bellas cascadas y gargantas que serpentean entre alisos, sauces y fresnos, y magníficos prados de colores siempre verdes.

En estas frías y oxigenadas aguas domina la trucha común, compartiendo el hábitat en el río principal con barbos, bogas, bordallos y calandinos, junto a especies de aves igualmente interesantes como el mirlo acuático o el martín pescador, mamíferos como la nutria o el desmán, anfibios como la rana patilarga y reptiles como el lagarto verdinegro.

La vegetación natural se muestra variada igualmente, desde los encinares en las zonas más bajas del valle, hasta los piornales y pastizales de las más elevadas cumbres, pasando por los robledales y castañares en la mayor parte del territorio, aunque interrumpidos por infinidad de variantes y mezclas debido al suelo, el clima, la topografía o la orientación, y parcelada por las alineaciones de los sotos ribereños de la red fluvial.

Los paisajes agrarios constituyen la esencia de la relación hombre-naturaleza, donde la diversidad vital tradicionalmente se ha ido acrecentando, creando paisajes nuevos y frágiles que establecen una mutua dependencia con los pobladores que los han creado.

PROBLEMATICA AMBIENTAL

Las bellezas del Valle del Jerte, creadas durante millones de años y modeladas durante siglos de intervención sobre sus recursos naturales se ven seriamente comprometidas en estos momentos por una creciente y en ocasiones excesiva presión sobre los mismos.

El monocultivo del cerezo que homogeniza en exceso el paisaje y pone en peligro la calidad y continuidad de la producción, la puntual afluencia masiva de visitantes en ciertas épocas, y el caos urbanístico que sigue a ritmo galopante, constituyen los principales elementos de distorsión que impiden un auténtico desarrollo sostenible para la comarca.