Nuntio vobis gaudium magnum: non habemus papam". O dicho en lengua romance: "Os anuncio una gran alegría: no tenemos papa". La frase, que revierte el sentido de la fórmula tradicional con la que se da a conocer la elección de un nuevo pontífice, colgaba ayer en forma de pancarta de los muros de la facultad de Física de la universidad romana de La Sapienza. La decisión de Benedicto XVI de cancelar la visita a la institución académica programada para hoy, a la que se oponía con firmeza un grupo de profesores y de alumnos, ha suscitado en Italia un intenso debate al que se han sumado con presteza los principales líderes políticos. En plena controversia, el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, instó ayer a los fieles a desagraviar a Ratzinger el domingo en la plaza de San Pedro durante el rezo del Angelus.

"Será un gesto de afecto y de expresión de la alegría que sentimos por tener a Benedicto XVI como obispo de Roma y como Papa", señaló Ruini en un comunicado. Su llamamiento movilizó rápidamente a algunos destacados dirigentes de las formaciones de centroderecha Alianza Nacional, Forza Italia y Unión de los Demócratas Cristianos, a los que les faltó tiempo para anunciar su presencia en el acto.

PANCARTAS DE APOYO Otros ni siquiera pudieron esperar al domingo. Un grupo de universitarios del movimiento Comunión y Liberación se presentaron ayer con pancartas de apoyo a Joseph Ratzinger en la audiencia que el Pontífice celebra cada miércoles y lanzaron gritos de "libertad, libertad", a lo que el Papa les respondió: "Gracias por vuestra presencia y vuestra simpatía".

La polémica por la visita de Benedicto XVI a La Sapienza --una universidad fundada en 1303 por otro papa, Bonifacio VIII-- empezó a rodar y crecer como una bola de nieve el pasado fin de semana, cuando 67 profesores de la institución, en su mayoría físicos, pidieron al rector que reconsiderara su gesto de invitar a Ratzinger para inaugurar el año académico. En su escrito, los docentes tildaban al Pontífice de "oscurantista" y recordaban que en un discurso pronunciado en Parma en 1990, cuando aún era cardenal, había utilizado de forma ambigua una cita del filósofo Paul Karl Feyerabend en la que este justificaba el proceso de la Iglesia contra Galileo.

A rebufo de los profesores, grupos de estudiantes convocaron diversos actos de protesta. La tensión creció hasta que el martes el Vaticano tomó la decisión de cancelar la visita. Y a partir de ahí, la tempestad.

El primer ministro, Romano Prodi, expresó su "amargura" por el desenlace, producto, dijo, de unas "tensiones inaceptables"; Silvio Berlusconi, líder de la oposición, calificó la capitulación papal como el triunfo de "un fanatismo intolerante que nada tiene que ver con el laicismo", y el alcalde de Roma, el izquierdista Walter Veltroni, apuntó que los hechos de La Sapienza han supuesto "una derrota de la cultura liberal". También los principales diarios italianos invocaron en sus editoriales la libertad de expresión para condenar la suspensión del acto.

A todo esto, el Vaticano hizo público ayer el discurso que Benedicto XVI tenía previsto pronunciar en La Sapienza. Se trata de una compleja reflexión en la que asegura que no tiene sentido que el Papa se presente en la universidad con el propósito de "imponer la fe de forma autoritaria", pero sí puede "invitar a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien y a buscar a Dios". "La sabiduría de las grandes tradiciones religiosas --señala-- no puede ser arrojada impunemente al cubo de basura de la historia de las ideas".