"Parecía una montaña rusa". Así describió una mujer holandesa, una de los 70 pasajeros de la misma nacionalidad que viajaban en autocar de Barcelona a sus hoteles del Maresme y la Costa Brava, el momento en que el vehículo tomó la salida de Sant Pol de Mar de la autopista C-32. "Iba tan rápido que supe que no podría mantenerse en la calzada", añadió la mujer, que viajaba en la primera fila.

El autocar se salió de una de las curvas más peligrosas de salida de esa autopista, volcó y dejó, la noche del jueves, un terrible resultado: seis turistas holandeses muertos y más de 40 heridos, 11 de ellos de gravedad. Anoche, 27 heridos --dos de ellos, niños de corta edad-- seguían ingresados en ocho hospitales y se temía por la vida de dos de ellos. Al salirse de la vía, el bus colisionó con un coche que circulaba por la vía de entrada a la autopista. El conductor del turismo, Eduardo García, salió del choque con heridas leves.

Los Mossos d´Esquadra, que contemplan un posible exceso de velocidad como posible causa del accidente mortal, apenas pudieron interrogar al chófer del autocar antes de que éste fuera operado de sus fracturas en una pierna. El conductor dio negativo en el control de alcoholemia. El tacógrafo deberá determinar a qué velocidad iba el bus en una curva muy cerrada, de 270 grados, donde la velocidad máxima está fijada en 40 kilómetros por hora. Todos los pasajeros supervivientes consultados ayer por este diario coincidieron en señalar que el bus debía de ir a unos 70 u 80 kilómetros por hora.

LA SIGUIENTE SALIDA "En la autopista nos dimos cuenta de que iba muy rápido. Adelantó a otros autocares y a varios coches, el último justo antes de tomar la salida", explicó Sander Nijhof, de 25 años, que añadió que el autocar tomó la salida casi directamente desde el carril central de la vía. Una de las dudas es por qué el conductor quiso salir de manera repentina por Sant Pol de Mar, donde no se hospedaba ninguno de los viajeros. La curva de la siguiente salida, Calella, es menos pronunciada.