TTtengo amigos y parientes con un olfato especial para la muerte. Cuando alguien la palma, ellos están siempre al quite. No sé cómo se las arreglan para enterarse los primeros de las defunciones. No los critico por su negra intuición, desde luego, entre otras cosas porque tienen una evidente utilidad social. ¿Qué haríamos el resto de los mortales sin estos mensajeros del obituario? Además, son muy profesionales y cumplen una labor en la que hasta ahora no han entrado las funerarias: avisar a los deudos de los decesos. Porque la funeraria coloca esquelas, pero eso no basta. Hacen falta estos mensajeros solidarios del más allá para informar a la ciudadanía de las malas nuevas. A mí me resultan muy prácticos porque no sólo me avisan de funerales y velatorios, sino que me aconsejan con sabiduría y experiencia sobre si debo asistir al tanatorio o sólo al funeral, si me he de acercar al cementerio e incluso sobre qué ropa debo vestir para el difícil trance de la solidaridad y el pésame.

En el fondo creo que los admiro. Convierten sus vidas en un frenesí de acompañamientos en el sentimiento, no somos nadie y qué se le va a hacer. Sospecho que algunos tienen un bonotanatorio que les da derecho a recibir las esquelas en su móvil y disponer de localizaciones estratégicas en las salas de velatorio, algo así como una tarjeta vip para moverse con libertad por el entorno funerario. Y sobre todo, están tan familiarizadas con estos trances tan estresantes y temibles que sólo de ellos se puede decir eso de que no tienen miedo a la muerte. Al contrario, parece como si la muerte les diera la vida.