Si Juan Ramón Jiménez levantara la cabeza seguro que viviría en La Vera. Allí podría dar rienda suelta a sus musas, especialmente en el triángulo que forman Pasarón, Tejeda y Arroyomolinos. En sus huertos y cercados es fácil observar burros a la sombra, cobijándose del sol otoñal cuando calienta a mediodía, o verlos pasar por las calles de este último pueblo cargados con productos del campo y aperos de labranza, como si el tiempo se hubiera detenido hace lustros. Hablamos de un caso prácticamente único en España.

En Arroyomolinos no existe un censo real en el que se refleje la cifra exacta de burros que hay en el municipio. Es el esquilador, Antonio Zarza, que aprendió el oficio de su padre y este de su abuelo, quien parece hablar con más seguridad. "En Arroyomolinos hay ahora mismo más de treinta burros, dedicados a trabajos agrícolas , fundamentando la cifra en que la primavera pasada peló diecinueve asnos.

La mañana avanza, el trajín de los albañiles se deja notar en varias calles, incluida la plaza Mayor arroyomoliniega. Dos mujeres ponen a punto las macetas, mientras saludan a Marcial Sánchez Núñez, que pasa montado en su burro, provisto de un serón de goma, con el que está transportando estiércol a la finca que tiene en las proximidades del pueblo. El ha sido uno de los últimos criadores de burros que ha habido en Arroyomolinos. Coincide con Antonio Zarza y Olegario Vicente en que la población de burros está envejeciendo de forma paulatina, "porque los jóvenes no los utilizan. Prefieren las máquinas".

Zarza repasa el número de burros jóvenes que hay en la localidad y el saldo no supera los cinco ejemplares, frente a los doscientos que asegura haber esquilado en la década de los años sesenta. Esto hace que el oficio de esquilador ya no sea rentable: "Estoy jubilado, pero lo sigo haciendo por afición, y porque los dueños de los burros me lo piden, como un favor", explica.

Las causas de que Pasarón, Tejeda y Arroyomolinos se encuentren con toda probabilidad a la cabeza de los pueblos de España, en cuanto a utilización de burros para realizar las labores del campo podemos encontrarla en que un número elevado de sus habitantes son personas mayores, que no tienen carnet de conducir que les faculte para manejar máquinas, prefiriendo este tipo de animales por su docilidad y fácil manejo. Las dificultades que presenta el terreno para la utilización de maquinaria en los pequeños huertos también juega a favor de la existencia de este tipo de animales.

Angel Martín, que tiene un burro y una yegua, y Antonio García Aguilar, de 84 años, que ya no tiene pollino, debido a la edad, señalan que hay dificultades en la zona para encontrar albardas, cabezadas y formones para los arados. "Ya nadie hace esto en el pueblo, y posiblemente ni en Plasencia".