Tres playas de Eivissa --Talamanca, Figueretes y En Bossa-- fueron cerradas ayer a los bañistas porque el fuel del buque Don Pedro, hundido la madrugada del miércoles a una milla del puerto, anegó las orillas. Mientras se precintaban estos enclaves, los equipos de emergencia recogían 10 toneladas de fuel vertido, equivalente al 80% de la mancha, que ha contaminado 600 metros de los 18 kilómetros de costa de la isla. Esta es la radiografía de la situación aportada ayer por la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, que adelantó su regreso de Uruguay para visitar la zona junto al presidente balear, Francesc Antich.

Los equipos de buceo que inspeccionan el mercante descubrieron una tubería rota por la que todavía salía combustible que esperan taponar hoy. Hallaron este resquicio mientras sellaban la última de las tres grietas de la embarcación por la que también se escapaba el combustible. El Don Pedro, buque de la naviera Iscomar que cubría la ruta Eivissa-Valencia, portaba 150 toneladas de fuel y 50 de gasóleo para su propio abastecimiento.

CRITICAS A LOS MEDIOS La situación tiene en vilo al sector hotelero, preocupado por el impacto del accidente ecológico en campaña veraniega. El presidente de la Federación Hotelera de Eivissa y Formentera, Roberto Hortensius, no escondió ayer su "preocupación" y se permitió criticar algunos planteamientos informativos. A su juicio, algunos medios "alarman a la población" cuando "los hechos están controlados", según la información que de la Administración.

Los hoteleros alabaron "que se hayan puesto en marcha todos los medios posibles en la operación" y confiaron en la pronta restauración de la normalidad. La playa de Talamanca, la más próxima al puerto y por lo tanto la primera en recibir el vertido, fue también la primera que se clausuró. Posteriormente se cerró la de Figueretes, para acabar con la clausura de la playa de En Bossa, la más grande de la isla y, por tanto, la que concentra más complejos turísticos.

Al igual que horas después del naufragio del Don Pedro, las autoridades marítimas y políticas continuaron ayer con la reiteración de un mensaje de tranquilidad. Un mensaje difícil de asimilar al ver playas cerradas y personas enfundadas en buzos blancos que contrastaban con el negro del fuel que recogían. Unas imágenes muy parecidas a las que se pudieron ver durante semanas en la costa gallega tras el hundimiento del Prestige. Aunque la ministra de Fomento se esforzó en explicar que nada tiene que ver la envergadura de la catástrofe ecológica gallega con el accidente ibicenco. "El petrolero llevaba 70.000 toneladas de material contaminante frente a los 200 del buque hundido en Eivissa", dijo Alvarez.

La directora de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, Pilar Tejo, abundó en relativizar el impacto y calificó de "relativa" la gravedad de la situación para, a renglón seguido, subrayar que "no se trata de una catástrofe".

En cualquier caso, la maquinaria judicial se ha puesto a funcionar para dilucidar si existen responsabilidades penales. El fiscal de Medio Ambiente de Baleares, Adrián Salazar, ha abierto diligencias informativas para clarificar las causas del accidente. Además, remitió un oficio al grupo de la Guardia Civil que vela por el medioambiente para que investigue si el fuel "pudiera ocasionar un grave peligro a los recursos naturales o a la salud de las personas".

REFLOTAR LA EMBARCACION El futuro del buque, hundido a 45 metros de profundidad, es responsabilidad del armador, la empresa Iscomar, que deberá ocuparse de la reflotación del carguero y de la extracción del resto del combustible.

La organización ecologista Greenpeace instó a la Administración a retirar lo antes posible el fuel para minimizar su impacto sobre el mar. Los ecologistas temen daños en las praderas de poseidonia que se extienden hasta Formentera, donde ya han tomado medidas de seguridad para evitar la aproximación de la mancha a sus costas.