De los suicidios a los accidentes de tráfico, pasando por las sobredosis, el sida o las extrañas circunstancias que acaban con un cadáver en la piscina, las muertes veloces de los astros del rock tienen un lugar privilegiado en la mitología contemporánea de la música. Ahora, un estudio británico ha elevado a la categoría de hecho lo que hasta ayer era tan solo leyenda: la combinación de fama y rock and roll es mala, pésima para la salud. Según la revista Journal of Epidemiology Health , aquellos que alcanzan el estrellato a través de una guitarra eléctrica tienen el doble de posibilidades de fallecer prematuramente que el resto de los mortales. Este riesgo, además, es tres veces mayor durante los primeros cinco años en los que el nombre del músico figura en lo más alto de las listas de éxito.

Los autores del trabajo, profesores de la Liverpool John Moores University, estudiaron a 1.064 artistas de rock en el sentido más amplio del término --ahí están tanto Elvis Presley como Eminem o Frank Zappa--, que aparecieron en la clasificación de los 1.000 mejores discos llevada a cabo por Virgin en el 2000.

Al comparar sus vidas --y sus muertes-- con las de humanos menos glamurosos, llegaron a esta conclusión: entre 1956 y el 2005, 100 de estos músicos fallecieron a edades tan tempranas como los 21 años (Sid Vicious, por sobredosis de heroína), o los 27 (Kurt Cobain y Jim Morrison, suicidio y ataque al corazón, respectivamente). Sin embargo, hay importantes diferencias según la procedencia del cadáver. Así, dentro de este grupo, la edad media de las estrellas americanas es de 42 años y que la de las europeas es de 35.