Una trampa mortal, una ratonera sin escapatoria. La carretera secundaria N-236 se convirtió el sábado en la ruta del infierno en Portugal: 62 personas resultaron muertas y otras 62 sufrieron heridas de diversa consideración al quedar muchas de ellas atrapadas en sus vehículos rodeadas por las llamas de un violento incendio forestal. El fuego se declaró en el municipio de Pedrógão Grande, en el centro del país, y devoró todo lo que encontró a su paso, alimentado por el fuerte viento. La tragedia, que ha conmocionado a medio mundo, tuvo un origen natural, una tormenta seca y con abundante aparato eléctrico declarada en la zona a primera hora de la tarde.

Familias enteras se vieron sorprendidas y quedaron atrapadas por las llamas dentro de sus coches, decenas de carreteras tuvieron que ser cortadas al tráfico, casas y árboles carbonizados y vecinos desalojados de sus viviendas. Portugal amaneció ayer en estado de shock. La zona devastada, caracterizada por la presencia de aldeas pequeñas y dispersas y por enormes llanuras que cruzan diversas carreteras nacionales (y una autovía), es una comarca de colinas cubiertas por bosques de eucalipto y pino que han quedado ocultos bajo un manto negro de luto.

Dos bomberos huyen para no ser alcanzados por las llamas.

PUEDE HABER MÁS MUERTOS / El alcance de los daños es todavía provisional. El primer ministro del país, el socialista António Costa, ya avisó ayer que en las próximas horas, el número de muertos y heridos puede «lamentablemente» incrementarse. «Las previsiones meteorológicas para esta tarde [del domingo] son idénticas a las que provocaron el siniestro», declaró. Costa hizo un llamamiento a la población para que siga a rajatabla las instrucciones de las autoridades porque «la situación aún no está concluida» y el fuego sigue activo. Las víctimas están siendo buscadas «aldea por aldea», aseguró.

La agotadora lucha reflejada en el rostro de uno de los bomberos.

Visiblemente abatido, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, compareció por la noche en una intervención televisada en la que declaró tres días de luto oficial e instó a los portugueses a tratar de sobreponerse a la tragedia. «Hay que seguir combatiendo el fuego y hay que dar una respuesta a los supervivientes, realojarlos y conseguirles compensaciones».

Solo en el tramo de carretera entre las aldeas de Figueiró dos Vinhos y Castanheira de Pera murieron más de 40 personas atrapadas en sus coches. «Fueron apenas unas fracciones de segundo», relataban los supervivientes. Otros 17 cuerpos fueron hallados en las cunetas y los alrededores de la carretera. En la aldea Pobrais, al oeste de Pedrógão, ya en otro flanco del incendio, fueron halladas otras 11 víctimas.

Tal es la envergadura del desastre -un incendio forestal que ya ha sido declarado como el más mortífero que ha habido en la historia reciente de Portugal- que la Unión Europea (UE) ha activado el mecanismo comunitario de protección civil para proporcionar ayuda al país luso.

El debate ahora en el país gira sobre qué opciones había para haber evitado la tragedia si no se hubieran aplicado tantos recortes presupuestarios en los últimos años. «¿Estáis viendo lo que ocurre por haber acabado con los servicios forestales»?, preguntaba Jorge Paiva, profesor de la Universidad de Coimbra, en el diario Publico.