TEtl otro día fui a comprar pan de pueblo a Arroyo de la Luz y acabé trayéndome una libra horneada en Capellanías. Y es que esto del pan tiene su miga. Resulta que en los pueblos venden pan de la capital, mientras que en las multitiendas de las ciudades te ofrecen bollos de la más remota aldea. A menos de 50 metros de mi casa puedo conseguir pan de La Cumbre, de Miajadas, de Alcuéscar, de Casar de Cáceres, de Brozas, de las Torres...

Lo del pan en Extremadura es un tema muy nacionalista. En otras regiones están de moda las boutiques panaderas. En Cáceres hubo una en Moctezuma, pero cerró. Son tahonas de lacitos y monerías ideales donde te clavan y te ofrecen pan casto de Castilla, bollas gallegas de boroa, bollitos alemanes con sésamo, hogazas catalanas de payés, pistolas belgas y flautas parisinas. En Extremadura, no. Aquí el pan es producto autonómico cien por cien, llega desde La Codosera, Villar del Rey o Alburquerque y comprarlo resulta tan educativo como asistir a una clase de Cultura Extremeña de la ESO.

Acabo de subirme del supermercado de debajo de casa unos bollos de Alcuéscar y en la bolsa he descubierto dulces autóctonos tan desconocidos para mí como las roscas de dedal, las cristianas, los quesos de almendra o los bollos de cuchara. Me gusta este nacionalismo panadero extremeño que da vida a tanta tahona de pueblo y espero que no sea desplazado por esa baguette precongelada de falso aire francés que a las dos horas de salir del horno se plastifica.

*Periodista