Vicente Molina Foix repasa en El abrecartas la historia de España del siglo XX a través de multitud de personajes que se comunican mediante cartas. Incluido en la antología poética de los novísimos de Josep María Castellet, ha escrito fundamentalmente novelas y crítica de cine.
--Ya no se escriben cartas
--No se escriben en el sentido antiguo, pero, por ejemplo, en internet se siguen escribiendo y eso responde a la necesidad de la gente de comunicarse por escrito. Nos gusta recibir cartas, pero no tanto escribirlas. Yo he sido escritor y tengo miles de ellas, ordenadas.
--En las cartas está escrita la memoria de un tiempo.
--Están las historias privadas, particulares. Las veo como el interior de una casa, donde vive una familia, mientras que en el exterior va pasado la historia.
--Como escritor de cartas no resulta extraño que finalmente escribiera una novela epistolar.
--Pero el libro se me impuso. No fue algo deliberado. Tuve que escribir un texto sobre la emigración en Suiza y organicé una correspondencia sobre los emigrantes y me di cuenta de que las cartas permitían hablar de la ficción y a la vez mantener la realidad objetiva.
--Usted es también parte de la memoria que se queda en las cartas.
--Pero yo no soy personaje de la novela. Si lo fuera, sería el abrecartas. Soy el depositario de las historias que se cuentan. Y para mí ha sido un reto ir mudando de piel, de voces, de manera que me ha permitido vivir dentro de muchos personajes.
--Ahora hay una fuerte tendencia a recordar el pasado.
--Porque hay episodios de nuestra vida que estaban sin alumbrar. Para un escritor, hay elementos de ese pasado que le interesan así que lo que quede de entonces acaba reapareciendo.
--¿Cómo ve la recuperación de la memoria?
--El pasado es el espejo del presente. A veces nos molesta, pero a veces nos sirve de ejemplo. Pero yo vivo hacia el futuro, no del pasado. En mi libro no hablo de memoria histórica ni de ajuste de cuentas.
--Finalmente pudo dirigir cine y estrenó Sagitario.
--Fue también otra sorpresa para mí. Empecé a escribir un guión, que le gustó a un productor y así se decidió hacer la película. Aprendí en el rodaje y también sufrí, pero estoy satisfecho de esa experiencia.
--¿Pesó en su debut como director su labor de crítico de cine?
--Me olvidé de él y a la vez me aproveché de él. Haber ejercido de crítico te da una mirada que te permite conocer a la fábrica de una película y eso te da un aprendizaje. A mí me ayudó.