Los primeros viernes de cada mes se escucha el ruido de las sonajas en casa de María Estrella García. Es la hermana mayor de Las Lavanderas de Nuestra Señora de Bótoa y se reúne con el resto de compañeras a ensayar los cánticos para la Virgen. Esos ensayos se intensifican cuando llega el mes de abril: hay que preparar las canciones para la misa de las 9.30 horas de la romería de Bótoa, que se celebra este domingo.

Con las sonajas en las manos --y vasos de agua sobre la mesa para aclarar sus voces-- Las Lavanderas (son 17, aunque por la edad de algunas solo pueden ensayar 12) repiten una y otra vez sus canciones para que sus voces no fallen en su encuentro con la copatrona de Badajoz, a la que les une la devoción, pero también la tradición, pues muchas son hijas, nietas o sobrinas de las antiguas lavanderas que se ganaban la vida lavando la ropa en el río y los pilones. Es el caso de Benigna Suárez. Su madre era lavandera, "pero de las de verdad", matiza. Recuerda que cuando era una niña la acompañaba "al pilón a lavar y también a cantar a la Virgen". A sus 83 años, Benigna echa de menos los carros adornados en los que los romeros acudían a la Bótoa y la verbena en el patio de la ermita. "De eso ya no hay nada", lamenta.

De las sonajas de Las Lavanderas cuelgan las cintas de la Virgen que compran cada romería y que marcan los años que llevan cantando, aunque en algunos casos, como el de Josefa Martínez, de 94 años, es imposible amarrarlas todas porque desde niña canta a la copatrona. Junto a Filomena Báez, de 98 años, es una de Las Lavanderas más mayores. Pero la edad no es un impedimento para formar parte de este grupo, por eso María, de 12 años, quiere continuar con la tradición que iniciaron sus tías. "Me lo paso bien y me gusta cantar a la Virgen", cuenta.

Las Lavanderas, que este año estrenarán un pañuelo bordado en la romería, asumen su tarea con gran responsabilidad. "No se puede faltar a los ensayos porque tiene que salir bien cuando estemos delante de la Virgen", dice la hermana mayor. Además, cuentan con los consejos del profesor de Música Guillermo Muñoz, que cada primer viernes de mes las acompaña mientras ensayan las canciones antiguas que se han ido transmitiendo entre generaciones y los nuevos cánticos que han incorporado a su repertorio.

Las Lavanderas tienen una calle en Badajoz --y en alguna ocasión se ha pedido una estatua que les rinda tributo-- aunque, según María Estrella García, cantan "de corazón y por amor a la Virgen, no por protagonismo".

El grupo quiere sumar nuevos miembros para que "esta tradición no se pierda", por eso su hermana mayor recuerda que sus puertas están abiertas para quien desee ser una de las voces de Bótoa.