Alvaro y sus compañeros viven en la estrecha frontera que separa la tragedia del éxito. El lugar podría llamarse esperanza, pero es más conocido como Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Amus, la organización ecologista que lo puso en marcha y lo mantiene vivo desde hace 12 años.

El de ayer fue un día que refleja con fiereza la realidad a la que se enfrentan cotidianamente este grupo de amantes de la naturaleza. Si por la tarde podían celebrar un trabajo bien realizado, liberando en la sierra de Hornachos seis buitres leonados restablecidos de diversas afecciones, por la mañana volvían a iniciar su carrera de obstáculos contra la muerte, en este caso con dos ejemplares de esa misma especie que recogieron "casi cadáveres" en la Higuera de Vargas.

Y en ese papel de verde Penélope, en ese empezar de nuevo tras haber terminado, en ese compromiso de fidelidad con el medio ambiente, Amus masculla el desastre. "No dejan de ingresar buitres famélicos y desorientados recogidos en lugares inhóspitos para esta especie", lamenta Alvaro Guerrero, uno de los representantes de la organización. La situación es "crítica", asegura, sobre todo para el buitre leonado, y la causa evidente: "La falta de comida en el campo por la prohibición de abandonar el ganado muerto". Por ello entiende que aparezcan grandes bandadas en lugares insospechados, como en el vertedero de Cáceres --"Eran buitres negros, que son muy reticentes a acercarse al ser humano"--.

En las instalaciones de Amus viven hoy unas 180 aves, la mayoría rapaces, muchas especies protegidas y casi todas víctimas del ser humano --disparos, atropellos, envenenamientos...--. Ayer, durante la suelta de los seis ejemplares en Hornachos, todo era expectación y optimismo, aunque en su interior su mayor deseo era que esta media docena de aves a las que devolvían la libertad no tengan que volver al centro.