El domingo, el padre Christian Bouchacourt, superior del Distrito de América del Sur de la Fraternidad Pío X --la cismática y ultraconservadora sociedad fundada por Marcel Lefebvre--, le dijo a Richard Williamson que abandonase su puesto. Pese a las exigencias que habían llegado del Vaticano, Williamson, responsable de la mayor crisis del papado de Benedicto XVI, se había negado a retractarse de sus declaraciones sobre el Holocausto, en las que dijo que las cámaras de gas eran una farsa. Los lefebvrianos solo podían hacer dos cosas: alinearse con su compañero antisemita o con el Papa. En plena operación para volver a la Iglesia católica, tras haber sido expulsados en 1988, optaron por el segundo camino. Williamson, a quien hace poco más de dos semanas la Santa Sede le retiró la excomunión, ya no es el director de La Reja , el seminario de la orden en Buenos Aires.

"Las afirmaciones de monseñor Williamson no reflejan en modo alguno la postura de nuestra congregación", explicó Bouchacourt en un comunicado que se limita a calificar sus palabras de "inoportunas", sin cuestionar su veracidad, y atribuye los reproches que han suscitado --por parte del mundo judío, de la cancillera alemana, Angela Merkel, e incluso de algún cardenal que, en un gesto insólito, se ha atrevido a criticar al Papa a cara descubierta-- a una supuesta voluntad de calumniar a la orden tradicionalista, expulsada del redil católico por su rotunda oposición al Vaticano II.

La entrevista, en la que dice a una televisión sueca que no hubo un genocidio judío por los nazis, se ha convertido en uno de los vídeos de un obispo más vistos en internet.