TCtuando era joven compraba raquetas en las pastelerías de Salamanca y me las comía paseando por las calles, apretando mi talle contra el talle de mi novia. Las raquetas eran unos pastelones tan grandes que se cimbreaban como las muchachas y, también como ellas, llevaban una crema dorada y dulcísima en el centro. A veces nos las merendábamos con Colacao mientras escuchábamos una y otra vez nuestras dos únicas cintas: el Viatge a Itaca de Lluis Llach y el recital en el Olimpia de Pablo Guerrero. Así de sencilla era entonces la felicidad.

Este domingo regresé de una ciudad donde había pastelerías con raquetas. Nos compramos, aquella novia y yo, media docena y al llegar a Cáceres, nos sentamos a la mesa, nos preparamos dos colacaos, encendimos la radio y sonó Pablo Guerrero cantándole a Pepe Rodríguez el de la barba en flor . Se trataba del programa Discópolis de Radio 3 , que el domingo pasado estaba dedicado a los viejos cantautores. Mojábamos la raqueta en el cacao y sonaba Raimon, se deshacía la crema en nuestras bocas y Lluis Llach revisitaba Itaca, más pastel y más emociones con Luis Emilio Batallán, con La Bullonera ... Fue mi mejor tarde de domingo en muchos años, igual que el recital de Labordeta en el Gran Teatro fue el concierto más emocionante que recuerdo. Me estoy haciendo mayor, lo sé, pero también sé cómo envejecer sin desaliento: hay que comer muchas raquetas con tu novia de siempre y hay que escuchar la música que te gustaba cuando el mundo se cimbreaba prometedor y tú te lo creías.