El secreto a voces que rodeaba la muerte del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro en 1998 quedó ayer desvelado. Su compañera sentimental, Ramona Maneiro, confesó en declaraciones al programa de Ana Rosa Quintana en Tele 5 que fue ella quien le ayudó a morir al suministrarle el vaso con una solución de cianuro con el que se quitó la vida. El delito en el que pudo haber incurrido ya ha prescrito.

Hasta ahora las versiones oficiales apuntaban a que en la muerte de Sampedro habían intervenido 11 personas, y que cada una de ellas había realizado una acción específica, desde la compra del veneno hasta la grabación en vídeo, pasando por el análisis del cianuro, el cálculo de la proporción necesaria, el traslado, la preparación y la puesta a disposición del tetrapléjico, sin que ninguno de ellos supiera de la función ni del anterior ni del posterior.

Maneiro fue la única persona imputada en el caso, que se inició en el Juzgado número 2 de Ribeira (A Coruña) a comienzos de 1998 y que fue archivado en 1999 al no encontrarse pruebas para procesarla.

El delito por el que se le podría imputar, el de cooperación para el suicidio, ya ha prescrito, por lo que el motivo que le ha llevado a hacer estas declaraciones es para poner fin a siete años de "especulaciones" y quitarse un peso de encima: "He dormido tranquila y con ganas de decir la verdad. Es un homenaje que yo le dedico", dijo. Añadió estar "contenta, pero no orgullosa" de lo que hizo.

"Hice una serie de reparticiones con el cianuro que tenía allí, el vaso en la cocina con la cantidad de agua que él me decía y le eché aquella cantidad de cianuro en el vaso, le puse la pajita y se lo puse donde él quería. Yo me quedé allí, detrás de la cámara, y al final me dijo: Después de que yo beba no me des un beso en los labios", explicó ayer.

"Yo era sus manos, las manos que él necesitaba. Iba haciendo lo que él me decía", indicó.

"A lo mejor" no fue "la muerte ideal de la que él hablaba tanto", admitió al recordar que, en su opinión, Ramón sufrió. "Yo estaba detrás de la cámara. Yo pensaba que al cerrar los ojos se dormiría, como siempre se pensó. Pero en el momento de su muerte me tuve que escapar al cuarto de baño. Cuando cerró los ojos y ya dejó de mirarme, esperé un ratito y yo no podía soportarlo. De hecho dijeron que se escuchaban en el vídeo unos gemidos (...). Yo lo único que le decía era hasta luego cariño y cosas así", dijo.

La presidenta de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de Madrid, Sofía González Escobar, declaró que la confesión de ayer no puede tener "consecuencias jurídicas", porque "el delito ha caducado", explicó.