A las 12.41 horas de ayer, la conexión Valencia-Madrid por alta velocidad quedó oficialmente inaugurada con la llegada a la estación Joaquín Sorolla de un tren cargado de personalidades. En él viajaban los Reyes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el ministro de Fomento, José Blanco; los presidentes de Madrid y la Comunidad Valenciana, Esperanza Aguirre y Francisco Camps; y el líder del PP, Mariano Rajoy. Después de apearse y previa foto oficial, Blanco, Aguirre, Camps, Zapatero y el Rey se pronunciaron sucesivamente sobre la relevancia de la nueva infraestructura. No hubo lugar para las críticas, todo fueron declaraciones de optimismo.

Con la llegada de la alta velocidad, la distancia deja de medirse en kilómetros para medirse en tiempo. Así, a partir de hoy, Valencia está a 95 minutos de Madrid, casi la mitad que de Barcelona. Y es que, pese a que la distancia con ambas urbes es casi la misma, la conexión con Barcelona es a través de una obsoleta línea con un solo sentido en parte del recorrido.

Zapatero dijo que el de ayer era "un buen día" (contraponiéndolo a los "días difíciles" que reconoció tener "últimamente") y se refirió a la importancia de la alta velocidad para "ganar la confianza" que hay que tener para "seguir siendo una nación ejemplar en su potencial de progreso, bienestar y desarrollo". También se refirió Zapatero a los efectos que el AVE tendrá sobre el turismo, al atraer visitantes del interior a la costa. A Camps le indicó, con cierta sorna, que la alta velocidad brindará a su comunidad "la posibilidad de disputar el liderazgo a otras comunidades que lo tienen en estos momentos".

El presidente del Gobierno suplía así su ausencia el miércoles en la inauguración de la estación de Albacete, a la que faltó pese a figurar en su agenda. Por su parte, Blanco hizo hincapié en que el nuevo AVE consolidará el futuro corredor mediterráneo.

PROTESTAS La nota de color la pusieron las protestas concentradas frente a la estación de Valencia. Quizá pensando que al tener cerca al presidente del Gobierno y al Rey sus peticiones fructificarían antes. Había pancartas contra la instalación del almacén nuclear en la localidad de Zarra, por la custodia compartida y en defensa del Frente Polisario. En las sillas dispuestas para los invitados había varias hileras vacías. Eran las reservadas para los sindicatos.