Debo yo, el amo de medio mundo, decidir sobre el presente y el porvenir de cada ciudadano cuando apenas soy capaz de gobernar mi casa o mi alma?"

Siempre es la persona que no está en el trance la que sabe qué es mejor hacer y la que lo haría, sin duda.

La sabiduría consiste en preguntarse.

"¿Quién tiene la suficiente libertad y valentía para seguir siempre, pase lo que pase, el dictado de su conciencia?"

"Marco Aurelio fue, si no el mejor, uno de los tres mejores emperadores: tiene una importancia histórica incuestionable. Es un filósofo estoico tan importante como Séneca o Epicteto. Y es una persona, además, con una integridad ética y moral excepcional". Esos tres aspectos son los que ha destacado el escritor Agustín Muñoz Sanz, que también es médico y que comenzó a escribir esta obra fijándose en las enfermedades del emperador.

El último acto de Marco Aurelio ocurre en el 180, durante la última semana de su vida, en la campaña del Este. No: ni siquiera podía gobernar su casa. De Faustina la Menor, su mujer, se dice que yació con un gladiador y tuvo gemelos: uno moriría, el otro fue Cómodo, futuro emperador, ese del que Dión Casio dijo que era el hombre menos honesto que hubiera nacido jamás: "Gobernaré con mano de hierro. Es lo que Roma necesita, ¿no crees? No los pensamientos trasnochados de un filósofo senil". Marco Aurelio también tuvo amantes, ya sabemos, pero a los hombres todo les está permitido.

De todos modos, yo a este señor se lo puedo perdonar todo. Sabía que, para educarse, es preciso gastar con largueza; tenía pocas necesidades; desconfiaba de los encantamientos; no crio codornices ni sintió pasión por esas cosas. Y escribió diálogos en la niñez. Y cartas, de modo sencillo. Atendía a los amigos con solicitud y era tolerante (la tolerancia, al fin, es soportar lo que no te gusta sin cortarle la cabeza a nadie) con quienes opinan sin reflexionar. Era alegre y desenfadado y sabía, como su progenitor, cuándo es necesario un esfuerzo sin desmayo y cuándo hay que relajarse.

Y soñó. Los fantasmas y remedios de sus sueños, la madre que nunca le besó, la peste y el hambre y la guerra: todos se le aparecen a Marco Aurelio en forma de algo menos de una decena de personas que bailan y le acosan. Son miembros de Teatrapo, que se caracteriza por el teatro de calle y que cumple 25 años y que nunca antes había actuado en el teatro romano de Mérida (pero que se ocupa del muy interesante Festival de Teatro de Calle de Villanueva de la Serena). Son soldados y cristianos y danzarines y espectros y se mueven como si fueran uno: la coreografía es de María Lama, que interpreta, también, a Faustina la Menor: "Se rumorea por las calles y palacios de Roma que la mujer del emperador es liviana y promiscua".

La historia siempre nos muestra los grandes hechos. No las tribulaciones ni los problemas cotidianos: "Soy un ciudadano de Roma, pero también soy un emperador y tengo un deber que cumplir. ¿Quién decide que un borracho como Tiberio o un loco como Calígula o un degenerado como Nerón o un depredador como Adriano agiten los sueños de la humanidad o, peor aún, que los conviertan en pesadillas?".

Será, vaticinamos, una obra de teatro reposada (recuerden: esto se escribe tras el ensayo general, en el que no se ve la pieza completa, sino solo unas escenas), con un coro que servirá de transición entre las escenas y con monólogos (un par de ellos o tres) en los que las Meditaciones Pero también sus amores y sus amigos, su mano derecha en las batallas, las campañas Párticas y del Este y, sobre todo, la palabra. Reconocemos que han cambiado las formas de ver teatro, de ver series y de ver cine, que muchos de los espectadores precisan de acción trepidante y de cambios bruscos, espectáculo y asombro. Otros, a veces, depende del momento, queremos reflexión también: algún tipo de redención, que nos susciten ciertas preguntas que nos ayuden a caminar, a seguir caminando, a mantener la rectitud alegre. No respuestas: a los cuarenta, una ya sabe que las respuestas no van a llegar nunca.

El objeto del arte de vivir, dijo Epicteto, es la propia vida de cada cual. "La vida no es sino un río de cosas que pasan y se pierden. Vemos una cosa un instante y ya pasó. Y otra y otra y otra más. Solo nos queda, pues, una cosa que merezca la pena: vivir la vida en alegre compañía de la verdad y la justicia... en medio de gentes mentirosas y perversas o que solo buscan la gloria y la fama".

Y, sin embargo, aunque sepamos que, durante todos nuestros días, al amanecer, hallaremos a un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso y un insociable, quizá, si leemos a Marco Aurelio, si le escuchamos en la voz de Vicente Cuesta aunque esté tosiendo sangre y aunque no pueda adivinar siquiera qué bestialidades va a cometer su hijo y a qué crisis profundas llevará a su imperio, quizá podamos averiguar, por fin, que hemos nacido para colaborar, todos nosotros, y que obrar como adversarios es contrario a nuestra naturaleza.