Comienza el trayecto navideño. Es un periodo entrañable en lo familiar. A veces tanto, que empalaga. Por eso le agradezco a Ana García Lozano que precisamente en estas fechas haya planteado en su programa (Esta es mi historia , TVE-1) un tema tan poco navideño, tan perro, tan desagradable, como las violaciones y abusos de menores dentro del ámbito familiar. Ha sido como inyectar ácido sulfúrico en el interior del pavo, que nos vamos a zampar dentro de nada. Dijo Ana al comenzar: "Hemos buscado casos, y no se pueden imaginar la cantidad que hemos encontrado". O sea, que este país que va tan bien, este país tan religioso, esta reserva espiritual tan extraordinaria, esconde notables cantidades de abyectos y torvos ciudadanos, pedófilos y pederastas consumados, que circulan libremente con toda impunidad. En este programa escuchamos casos espeluznantes. El de Jessica, que con 13 años de edad fue violada sistemáticamente por su cuñado durante dos años. El de Manuel, hoy un hombre cercano a la tercera edad, que recordó su tragedia personal: cuando tenía 11 años su hermano mayor le ató a un árbol y le violó repetidamente; y lo que es todavía más canalla: al cabo de los años este hermano violó a la hijita de Manuel, una niña de corta edad. El caso de Mari Carmen, violentada y desgarrada por su padrastro con la connivencia de su propia madre. O el de María, cuyo trauma persiste en ella aún después de los años: de espaldas, con la voz distorsionada, y escondida bajo un disfraz, contó que a los 10 años su padre la ataba a la cama con cuerdas ("Unas cuerdas blancas, que guardaba en el cajón de la mesilla", recordó llorando) y la estuvo vejando, hiriendo, destrozando, de manera abominable. Duro programa. Pero estupendo corrosivo para despertar de la dulce, tragona y consumista modorra que estas fiestas nos deparan.