Está celebrando Sard estos días la inminente emisión del programa número mil de Crónicas marcianas --va por el 981, o sea, que le falta muy poquito-- y para demostrar su popularidad está convocando a las masas para que le aclamen en avenidas y plazas. El otro día mandó a Boris a la plaza Mayor de Madrid, y el pimpollo, encaramado a un balcón, hizo lo que suele hacer en el plató de Marte: bajarse los pantalones, quitarse el calzoncillo, llevárselo a la nariz, aspirar profundamente y lanzarlos a la plebe que gritaba "¡Hala Madrid!". El muchacho tuvo un éxito notable.

Antes de arrojar la prenda les dedicó estas palabras: "Le he tenido mucho cariño a estos gayumbos. Me han acompañado en lugares muy inesperados y muy maravillosos. Y me han dado mucha suerte", y en su corto vuelo --del balcón al empedrado-- el calzoncillo fueron a la caer en la terraza del bar de debajo, donde un señor con bigote, probablemente camarero del local, los recogió y los agitaba.

Estas magnas convocatorias del Sard de Marte recuerdan aquellas otras del Nerón del Imperio Romano: el actor Peter Ustinov lo inmortalizó en Quo Vadis cantando y tocando el arpa mientras un poco más abajo ardía Roma y se rustían sus plebeyos habitantes. Aunque bien mirado, y en honor a la verdad, el éxito ha sido de Boris y de nadie más. Ha conseguido colas de ciudadanos que, cansados de verle el micropene a través de la pantalla, lo querían ver al natural.

Bandera --. El martes por la tarde estuvo Zapatero en Lo + plus (C+). O sea, que también el líder del PSOE necesita de vez en cuando un masaje. El tema fue, naturalmente, ese reproche del Gobierno ante el escaso entusiasmo que demostró Zapatero por la bandera norteamericana. Y el político advirtió: "Aplaudí la de España. La de EEUU, no". No es objetable. Fue precisamente un norteamericano, Groucho Marx, quien acuñó la mejor frase para estos casos: Perdonen que no me levante .