China ha dicho basta a su fútbol. No por la torpeza de sus futbolistas, que deprime a un país entregado al deporte rey. Le mueve la educación de su juventud. Los escándalos que rodean su Liga nacional han empujado al canal deportivo de la televisión pública, el canal 5 de la Television Central China (CCTV-5), a eliminarlo de la parrilla. El desencadenante fue una patada voladora de un jugador del Tianjin Teada al cuello de otro del Pekín Guoan.

Jiang Heping, ejecutivo de la cadena estatal, lo explicó así en una entrevista: "La situación del fútbol chino ofende a cualquiera. Genera demasiadas malas noticias. Algunos jugadores carecen de la ética más elemental. Su comportamiento indigna a la audiencia y a un deporte noble". Y justificó la decisión por el bien de su juventud. El fútbol chino solo volverá a la tele después de "un cambio radical".

Las peleas barriobajeras dentro y fuera del campo son el último problema de un fútbol plagado de dopaje, apuestas ilegales y encuentros amañados. La corrupción estaba tan extendida hace unos años que siete equipos amenazaron con borrarse de la Superliga, la primera división china. La competición sigue, pero languidece entre campos casi vacíos y desidia generalizada.

Por eso, aunque no hay mediciones de audiencias en China, es evidente que el fútbol europeo interesa bastante más. La CCTV-5 y un canal de Pekín retransmiten los partidos de la Liga de Campeones en directo. La UEFA ha firmado recientemente un contrato hasta el 2012, que permitirá a la CCTV llevar la Champions a 350 millones de hogares chinos. El acuerdo también faculta a la televisión pública a ofrecer esos partidos en su web, a través de internet.