Entremos al trapo. Hablemos de Coto Matamoros. ¡Qué elemento! Sus batallas televisivas se cuentan por éxitos. Arrancando del planeta Marte, hoy se ha convertido en dueño y señor de las morgues de las teles. Es un Atila moderno. Le da lo mismo cabalgar por Crónicas marcianas , por Tómbola , por Salsa rosa (Telecinco). Allí donde pisa no vuelve a crecer la hierba. Practica un tipo de combate que repugna y atrae al mismo tiempo. Repugna cuando llama "puta" a cualquier señora que le lleve la contraria. Cuando descalifica al adversario con la prepotencia del insulto. Cuando amenaza, chulesco, desde su musculatura de gladiador de las aguas residuales de las noches canallas y golfas. Atrae cuando arrea a los pigmeos que esparcen pornoperiodismo y se revuelcan en él. Cuando mete el puño en los tinglados amañados de las falsas autopsias de la tele. Cuando dice --como dijo el sábado en Salsa rosa -- "el trabajo del depredador es fundamental para mejorar la especie. Ese es mi papel". Es en suma, un interesante fenómeno de la naturaleza. Pepe Calabuig, (periodista de Interviú ) en esta sesión de Salsa rosa , le dijo precisamente: "Criticas la información rosa cuando tú hace tiempo que vives de ella". Y antes le habían recordado también que hizo el papel de recadero a sueldo llevando a Interviú las fotos de Mar Flores encamada con Lecquio. O sea, que estamos ante un sobreviviente nato, contradictorio, como todos, que ha encontrado finalmente un estupendo modus vivendi en la televisión española actual. La virtud de este Atila, y quizá por eso provoca en la audiencia más atracción que rechazo, es que no esconde sus miserias. Las proclama. Hace suyo aquel viejo lema que reza Los malos no son los peores. Es una catarsis que el público agradece.

A mí me gustaría que este Atila que hoy arrea en el pequeño contenedor, diese un golpe de espuela y saltase a otros basureros. Esos que generan basura telediaria continuamente. Huele peor que la del corralito rosa.